NIÑAS – HISTORIAS – RESISTENCIA
Etapa cuatro 2024
La campaña se lanzó el 11 de octubre de este año, coincidiendo con el Día Internacional de la Niña, y concluyó el 31 de octubre. Participaron varios activistas y organizaciones, que llevaron a cabo diversas actividades a lo largo de este periodo.

Llevamos a cabo 11 talleres en diferentes lugares, como Ciudad de México, San Cristóbal, Chiapas, Tlaquepaque (Jalisco), Ecatepec (Estado de México), Pamatacuaro, Morelia y Cherán (Michoacán), así como en Lima (Perú) y Barcelona (España). Aproximadamente 155 niñas asistieron a los talleres
Como objetivos de esta campaña fueron:
- Aprender y mostrar lo que las niñas saben sobre esperanza, sanación y libertad.
- Visibilizar la importancia de las niñas, celebrar lo que significa ser niña y reconocer su potencial para influir y transformar sus territorios y localidades.
- Sensibilizar a adultos, niños y al resto de la sociedad sobre el papel de las niñas como sujetos políticos, creadoras de conocimiento y sabiduría.
Diversos talleres realizados durante la campaña
Talleres sobre Sanación, Esperanza y Libertad
Etapa tres – 2024
El proceso de cierre de historias de resistencia en LAC comenzó con una reflexión sobre la sanación, la esperanza y la libertad. Creímos que estos tres temas eran necesarios para dar la luz a diversas crisis, guerras y preocupaciones que sentimos en el contexto actual en diferentes territorios. Todas necesitamos esperanza, sanación y libertad para seguir adelante. Las niñas del presente, pasado y futuro necesitamos tener esperanza, luchar por la libertad y sanar nuestras cuerpas y almas. Empezamos con otro proceso de intercambio global sobre cómo las curadoras de historias de resistencia y las invitadas habitaban estos tres temas y sentimientos. Luego llevamos esta metodología a las curadoras y activistas de América Latina. En ese espacio más regional, decidimos hacer un esfuerzo para llevar el diálogo a las niñas.
Entre julio y agosto de 2024, dialogamos, jugamos y conspiramos con las niñas del presente. Realizamos 13 talleres con niñas en México y España. Entre 5 y 30 niñas asistieron a cada espacio creativo, y las niñas nos enseñaron mucho sobre la sanación, la esperanza y la libertad.
La practica narrativa nos ayudo a la documentación y creación de los audios que están más adelante, su definición es la siguiente:
“Toda historia y relato, nace en un espacio-tiempo, y hay un cuerpo, el mío, que se va tramando con las otras historias. Somos una multiplicidad de relatos, y los relatos no son estáticos, se re-escriben constantemente. Todos las historias que me envuelven forman un universo y desde ese entramado, vivo, siento, interpreto y me coloco en este mundo.” Colectivo de Prácticas Narrativas
Sesión1 – Esperanza A través de la conversación narrativa y del arte expresivo del dibujo, las participantes, dialogaron y materializaron las imágenes que las conectan con la esperanza, guiadas de las preguntas ¿qué significa la esperanza para cada una? ¿Cómo mantenemos y/o expandimos la esperanza en nuestro accionar, en nuestras organizaciones o en mi comunidad?.
Sesión 2 – Sanación
Con la conversación narrativa y del arte expresivo del collage, las participantes, dialogaron y materializaron una carta a ellas mismas a través de dos técnicas del collage, guiadas desde las preguntas ¿qué me han enseñado las niñas de la sanación?¿puedo identificar alguna práctica, acción, o pensamiento que contribuya a mi sanación? ¿cómo se vería?
Sesión 3 – Libertad
como la sentimos y vimos cada una de las participantes, guiadas por las preguntas ¿qué me han enseñado las niñas sobre ser libre, sentirse en libertad?, expresamos con el arte expresivo del dibujo y el collage

Niñas de San Benito, Comachue e Ichan, Michoacán, México , Julio 2024
¿Que es la sanación?
” Sanar es curar…. Nuestras madres y abuelas nos sanan, nos curan con té nurite, nos curan masajeando donde duele. Cuando estoy triste mi mamá me cura con consejos, dulces y palabras amables que nos ayudan a sanar, saliendo a jugar, dibujando, durmiendo. Puedes curarte en el campo, con la frescura de los cerros, recogiendo florecitas, el aire del cerro te relaja. Si la curación tuviera un color, sería verde… como la naturaleza…” Texto recopilado de la campaña con las niñas
Niñas del pasado la creación de las curadoras stories of girl’s resistance
Nuestras niñas del pasado fueron las curadoras del Libro de Historias de Resistencia. Queríamos que volvieran a sentir y escuchar las diversas voces presentes en este libro con una mirada curiosa. Una mirada que buscara resonar con experiencias, conocimientos, sueños y prácticas que nutren las narrativas de esperanza, sanación y liberación en nuestros movimientos y resistencias feministas.
Esta relectura y re-imaginación colectiva nos permitió crear una curaduría poética donde las voces presentes durante cada encuentro creativo conversaron sobre inspiraciones, nuestros caminos de sanación, nuestros sueños y esperanzas. A continuación, compartimos la metodología de estos espacios de juego y creación con las niñas del pasado.
Como resultado, tuvimos 4 sesiones bilingües con participación que oscilaba entre 6 y 11 personas a nivel global. A nivel latinoamericano, tuvimos 3 sesiones con la participación de 10 curadoras y activistas de América Latina.
Para disfrutar de los audios te pedimos que estes en un lugar cómodo, con agua, té, café o lo que más disfrutes y solo te dejes llevar por estos hermosos audios poéticos – políticos recopilados en las diferentes sesiones.
Cabe mencionar que estos audios se encuentran combinados español – Inglés, respetando la palabra de cada una de las participantes.





Esperanza
Momento 1 .- ¿Que momentos, imágenes, lecturas me recuerdan la esperanza?
Momento 2.-Imagen o Imágenes que me conectan con la esperanza
Momento 3.- ¿Cómo expandimos la esperanza?
Sanación
Momento 1 .- ¿ Que aprendimos de las niñas sobre la sanación?
Momento 2.- Cartas a nosotras misma sobre la sanación
Libertad
Momento 1.- ¿Qué aprendimos de las niñas de la libertad?
Momento 2.- ¡Erase una vez!
Activistas de America Latina
Esperanza
Para disfrutar de los audios te pedimos que estes en un lugar cómodo, con agua, té, café o lo que más disfrutes y solo te dejes llevar por estos hermosos audios poéticos – políticos recopilados en la sesión donde estuvieron presente varias activistas de Latinoamérica.






Momento 1 – ¿Que es la esperanza?
Momento 2 – ¿Cómo expandimos la esperanza las diablas viejas ?
Momento 3 – Lo que cuentan nuestros dibujos de la esperanza
Documento poético político realizado por Eve Alcalá González. A partir de la voz de la juntanza del 27 de junio de 2024. Creative Commons
Sanación
Momento 1.- ¿Qué es para nosotras sanar?
Momento 2.- Lo que nos enseñan y aprendimos a sanar
Documento poético político realizado por Eve Alcalá González. A partir de la voz de la juntanza del 27 de junio de 2024. Creative Commons








Libertad












Momento 1.- Que nos enseñan las niñas de la libertad?
Documento poético político realizado por Eve Alcalá González. A partir de la voz de la juntanza del 27 de junio de 2024. Creative Commons
Niñas del presente México y Nicaragua
En el marco de las sesiones creativas de América Latina decidimos replicar la sesión con las niñas del presente. Extendimos una invitación a feministas que trabajan con niñas en toda América Latina para co-liderar y co-crear esfuerzos que inspiren esperanza, resistencia, sanación, libertad y defensa del territorio y apropiación del espacio.
A este llamado respondieron 13 grupos e individuos -12 de México y una de España- que en conjunto realizaron 13 esfuerzos transformadores donde aprendimos, desaprendimos y reaprendimos sobre la niñez, la resistencia y las posibilidades cuando nos centramos, escuchamos y apoyamos a las niñas.
Es importante mencionar que en cada espacio, las niñas decidieron el tema que querían abordar. En algunos espacios, las niñas eligieron proponer o vincular otros temas, como el caso de las niñas que decidieron compartir reflexiones sobre seguridad digital para otras niñas.
Las niñas compartieron que la esperanza es: “La diferencia entre lo que vivimos ahora y lo que queremos vivir en el futuro”
“creer en nosotras mismas, en las cosas que no hemos hecho”,
“lo que esperamos que venga” Texto recopilado de la campaña
Una vez terminada la campaña, las activistas nos reunimos para compartir la experiencia que vivimos al trabajar con niñas de diferentes contextos, energías, edades. El resultado simplemente fue maravilloso, compartimos con ustedes los audio bajo el esquema de practica narrativa. Te invitamos a escucharlo y ponerte cómodx.
Que territorios pisamos, por donde pasamos, dónde encontrar historias de resistencia …
Que aprendimos de las niñas , que historias de resistencia nos alimentan….
Lugares donde se llevaron acabo actividades

Zinacatán Chiapas, Mex
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Descripción: El taller se realizó con 5 niñas de 7 a 11 años de la comunidad de Zinacantán. El contacto fue a través del Centro para el Desarrollo de las Mujeres Zinacantán (CDM). Para este taller, retomamos la temática de la libertad, esto debido a la situación en la que se encuentran las niñas indígenas, dado el contexto actual de violencia que caracteriza al Estado de Chiapas, de ahí la necesidad de poner la mirada en esta población. Se preguntó a las niñas, ¿cómo se sienten? ¿Ǫué entienden por la palabra libertad? Las niñas compartieron una experiencia pasada donde su libertad fue negada, y una opción futura donde podrían ejercer su libertad, el resultado de esto, con los colores y otros materiales de dibujo, fueron representaciones de sus paisajes pasados y futuros, para compartirlos con todas.

Nurio, Michoacán, Mex
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Descripción: Se llevó a cabo una jornada de talleres por tres días. Abordamos los temas de sanación, libertad y esperanza de las niñas, pero también por la defensa y cuidado de nuestro cuerpo-territorio, donde habitamos los diferentes territorios y reconocimos nuestro cuerpo como primer territorio. En el primer día inició con un ritual para pedir permiso a los diferentes entes que habitan en nuestro territorio, fue importante porque las niñas fueron reconociendo otras formas de ejercer la espiritualidad. El segundo día iniciamos con un ejercicio corporal, luego se dio una pequeña introducción del tema de esperanza, las niñas compartieron, que la esperanza es “La diferencia entre lo que vivimos ahora y lo que queremos vivir en el futuro”, “creer en nosotras mismas, en las cosas que no hemos hecho”, “lo que esperamos que venga”. En el tercer día, comenzamos con un baile y el tema que se trabajó fue la sanación, realizamos un collage con recortes de libros, donde la base fue la representación del cuerpo de una niña, al que se le fueron insertando las dolencias que sentimos en el cuerpo cuando vemos nuestro territorio acabarse. En los dibujos expresaron, que les duele que tiren basura, las pone tristes si matan animales y les preocupa que exista la violencia.

Ixcatán, Jalisco, Mex.
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Descripción: Nosotras y la barraca, fue una actividad pensada como una manera de compartir un momento de libertad en el área natural protegida de la barranca de Huentitán, con la que conviven y forman parte, también como un mapeo comunitario el vínculo de las niñas con la naturaleza; el correr, el brincar, ensuciarse y ser ellas misma en relación con su territorio. Se realizó un recorrido por el interior de la comunidad de Ixcatán donde las niñas identificaban los elementos de su comunidad; los árboles y animales que encontraban en su camino. Se compartieron alimentos, en hojas de colores, luego las niñas dibujaron puntos específicos de su comunidad “el kiosco y los juegos”, “el templo”, “la nopalera”, “la higuera” incluso las flores que vimos por el camino.

Cuyutlán, Colima, Mex
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Descripción: Se realizó un recorrido por instalaciones de la Sociedad Cooperativa de Salineros Colima, donde las 10 niñas participantes en el proyecto pudieron conocer datos relevantes sobre la tradición que se desarrolla en su comunidad desde hace más de 100 años y que involucra a cientos de familias dedicadas a la extracción, exportación y comercio de la sal. Una vez terminado el recorrido, se inició la actividad creativa en la cual las niñas representaron, con ayuda de materiales reciclados, las cualidades de habitar en un territorio natural como Cuyutlán, así como lo valioso de las especies de flora y fauna con las que co-habitan a diario.
Posteriormente, participaron en ejercicios lúdicos de convivencia para fortalecer lazos entre ellas. Y como actividad de cierre, las niñas decoraron una manta previamente diseñada para este proyecto, la cual llevó la leyenda “Niñas frente a la marea”, en referencia al ambiente marítimo de Cuyutlán, así como a los embates del capitalismo sobre el territorio que las niñas habitan.

Ichán, Mich., México
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Descripción: Se realizaron actividades por dos días donde se abordaron los temas: esperanza, libertad y sanación. El primer día las niñas realizaron collage, para expresar su sentir respecto a lo que es para ellas la esperanza. Tuvieron espacio para escucharse y compartir sus collages entre ellas, definieron de manera colectiva la esperanza, manifestaron que era “la energía que no se apagaba”, “la fuerza para poder hacer las cosas que se propusieran”. Para el tema de sanación, se abrió una mesita con la pregunta ¿qué es la sanación para nosotras? en donde se compartieron algunos de los medicamentos o remedios naturales que sus abuelas o mamás han hecho para ella. Para el último día, se trabajó con libertad, por lo que se optó por un cuento en colectivo, en donde las niñas hicieron un dibujo que formaría parte del libro de cuentos. Las niñas mencionaron que la libertad era “poder volar”, hacer lo que quisieran, sin miedo ni dudas, salir en las noches, peinarse como quieran, usar la ropa que quieran. Mencionaron que la libertad no siempre es posible para todas, sin embargo, la defenderían.

Pamatácuaro, Mich., Mex
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Descripción: Se llevó a cabo un taller con 50 niñas, con las que compartimos; el juego, la palabra y la creación. Se leyeron cuentos en voz alta donde se indagó sobre las distintas posturas e ideas referentes a la sanación, descentralizando el aspecto médico y ampliando la mirada a otros lugares y personas mencionados por las niñas; las mamás, abuelas, papás, amigas, el juego, la imaginación, etc. Lo que dio paso a la elaboración de un collage, en el que plasmaron sus lugares y actividades para el cuidado y la sanación, actividad que también permitió nombrar y visibilizar esos lugares o actividades que tienen para defender y cuidar de ellas mismas.

San Benito, Michoacán, México
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Descripción: Se realizaron actividades sobre el tema de la sanación, abordando también temas de esperanza y libertad en el diálogo con las niñas. Participaron aproximadamente 45 niñas de la comunidad de entre 4 y 13 años. Se dio inicio a las actividades mediante un círculo seguro y de cuidado mutuo, se hizo espacio para la presentación de cada una de las participantes y de las talleristas, y se realizó un pequeño ejercicio de reconexión con el propio cuerpo, para indagar sobre su sentir en el momento presente. Posteriormente, mediante una lluvia de ideas de las niñas, formaron una definición de la palabra “sanación”, por otro lado, nos platicaron sobre espacios, actividades o acciones que ayudan a sanar y personas que sanan en su entorno cercano, fue interesante la escucha del re-conocimiento de la sabiduría ancestral y acciones que hoy en día se valoran poco. Con música de fondo, se inició con una fantasía guiada donde se dieron la oportunidad de viajar a su interior y pensar, recordar o crear un espacio donde sanar su mente y corazón, y de no tenerlo, lo crearan con colores, texturas, etc. Y así podrían hacerlo dentro de sí mismas, después se les entrego material para realizar un collage, dando como resultado bellísimos y poderosos trabajos.

San Pedrito y San Martín, Jalisco.
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Descripción: Trabajamos el tema de la libertad y sanación para ser niñas felices. En 4 sesiones convivimos en la colonia, comimos frutita y hablamos en voz alta. Comenzamos el taller conversando y escribiendo en papelones, lo que era para ellas libertad y cómo se sienten libres. Para conocernos mejor, realizamos parejas, para dibujar a su compañera y escribir algunas cosas que les gustaran, reconociéndola y validándola, expusieron su dibujo y nos platicaron de su compañera. Realizamos plastilina mágica y las niñas se apoyaron mutuamente, finalizamos realizando una auto-escultura, hablamos de lo que nos gusta hacer y cómo nos sentimos con eso. Realizamos una historia/obra de teatro del tema que ellas quisieran logrando trabajar en equipo y negociando con las demás para crear la historia, al final las interpretaron y platicamos sobre el proceso de creación, que les había gustado más y como se habían sentido. El último día hablaron de las sesiones pasadas, de las cualidades de todas y de cada una de las niñas, hicieron un autorretrato y se describieron, al final cada una compartió su dibujo y platicó de ella en voz alta. Cerramos haciendo pulseras y compartieron las cosas que más les habían gustado del taller.

Las Mesas, Guerrero, México
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Descripción: Taller con niñas y adolescentes, a través del mapeo cuerpo- territorio, apoyadas del dibujo y juego para reflexionar sobre nuestro espacio común, en este caso la colonia, “Las Mesas”. Recrear a través de los dibujos. Empezamos con una asamblea divertida para conocernos y establecer las reglas de convivencia. Después sobre un croquis de la colonia reflexionamos sobre nuestros lugares favoritos aquí, los dibujamos, los compartimos y los ubicamos en el mapa. Luego se dibujó algo que nos causó asombro, se reflexionó y se compartió con todas. Empezamos a jugar STOP con una frase diferente “cuantos pasos tengo que dar para llegar a… pez globo” ¡STOP! Para finalizar recreamos una pequeña historia cada quién con las siguientes frases: Había una vez, Ǫue siempre, siempre, Hasta que un día, Y desde entonces.
Después de hacer la historia la recreamos en un dibujo.

Ecatepec, Edo. México.
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Descripción: Es una iniciativa educativa y lúdica diseñada para enseñar a niñas de 8 a 15 años los fundamentos de la seguridad digital y personal en entornos digitales. Este taller se desarrolló el día 27-07-2024 en Ecatepec, Estado de México, un área conocida por sus altos índices de violencia que, a veces, parte de un primer contacto con el mundo digital, por esto subrayamos la importancia de proporcionar a las niñas herramientas de autodefensa tanto físicas como digitales. Las niñas crearon collages en cartulinas, utilizando recortes de revistas y periódicos, representaron buenos y malos hábitos de seguridad digital. Incluyeron contraseñas seguras, protección de datos, peligros de compartir información personal, etc. Cada una presentó su collage y explicó las imágenes elegidas. Luego las niñas recibieron un conjunto de tarjetas con letras, números y símbolos para formar la contraseña más segura posible usando al menos 8 caracteres, incluyendo una combinación de mayúsculas, minúsculas, números y símbolos. Cada una presentó su contraseña y explicó por qué es segura. Las contraseñas se escribieron en hojas y se discutieron en grupo. Las niñas aprendieron, la creación de contraseñas seguras, la protección de información personal, el reconocimiento de mensajes sospechosos, la navegación segura en internet, la conciencia de los riesgos en redes sociales y el uso responsable de la tecnología. Además, fortalecieron su autoestima y confianza, establecieron una red de apoyo entre ellas para compartir experiencias y consejos sobre seguridad digital.

Morelia, Mich., Mex.
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Descripción: Representaron mediante el esténcil, lo que cada una hace para el disfrute propio, lo que les gusta, y reflexionaron por qué realizar actividades que nos gustan son un poderoso ejercicio de nuestra libertad. Se llevaron a cabo dos talleres uno contó con la participación de dos niñas de 7 y 10 años y una adolescente de 15 años y otro en el “centro comunitario Villas Oriente”, fraccionamiento popular en la periferia de la ciudad de Morelia, con la participación de 3 adolescentes. Las niñas y adolescentes se divirtieron, encontraron nuevas habilidades, reconocieron en ellas la confianza de usar los materiales como el cúter y los aerosoles, que por los estereotipos de género no se les permiten a las niñas los accesos. Exploraron materiales novedosos, dado que ninguna había utilizado ninguno de los materiales que emplearon. Encontraron otras formas de expresarse, un espacio seguro para compartir sus opiniones, exploraron, qué es para ellas la libertad y qué las hace sentir libres, en lluvia de ideas (“Decidir lo que queremos, expresarnos sin lastimar a los demás, sentirme cómoda, no sentirnos obligadas a hacer algo”. “Correr, dibujar, mis opiniones, salir con amigas”. ) y profundizaron cada idea, establecieron vínculos entre ellas. Hicieron un esténcil individual y uno colectivo. Se llevaron materiales a su casa para continuar explorando.

Barcelona, España
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Descripción: Taller impartido para niñas migrantes nicaragüenses que residen en la ciudad de Barcelona, con el objetivo de explorar nuestras raíces como nicaragüenses y resignificar nuestra cultura a través de la creación con las manos. “Viajando en Raíz” Se realizó en “bloc del sindicat”, una casa ocupa y de activismo migrante, en el pueblo de Villamajor de Barcelona. Por motivos logísticos, no pudimos realizar el
taller con niñas de Nicaragua, pero se llevó a cabo con la participación de 4 niñas, de entre 6 a 13 años, 3 eran de Honduras y una de Marruecos. Durante dos sesiones las niñas dibujaron animales de sus territorios, hablaron de sus comidas y sueños, entre ellos expresaron, el de tener más amigas, jugar todo el día, pasar más tiempo con sus mamás y todas compartieron el deseo de regresar a sus países de origen. Realizaron máscaras a base de pegamento blanco y engrudo de harina, decoraron con pinturas y papel crepé. Experimentaron muchas emociones. Al finalizar las máscaras, ellas estaban muy felices y emitieron el sonido del animal que decidieron representar.

Comachuen, Mich. México
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Descripción: En la comunidad de Comachuen, Michoacán, en el marco del VIII encuentro del educador popular, en el cual se concentran varies talleristas de diferentes latitudes del país a realizar diferentes actividades con las niñeces de la comunidad, en este sentido se realizaron tres talleres con las niñas de la comunidad, donde hablamos de la alegría, libertad y el cuidado a las mascotas, con cada tema ellas realizaron un dibujo representativo. En cada sesión se tuvo presente el movimiento, preguntar cómo llegamos, su sentir en ese momento, su nombre, hablamos del tema, luego dibujaron y posteriormente si así lo deseaban, compartían su dibujo y lo que significaba, terminamos con estiramientos y juegos. Se obtuvieron resultados hermosos, las niñas se sintieron escuchadas, identificaron y expresaron cómo se sentían en ese momento, asumieron la importancia del movimiento al despertar por las mañanas. Por parte del fondo se compraron 60 libretas, colores y pegamento para que las niñas trabajaran, se sintieron super contentas de saber que las libretas y colores se les podían quedar ellas. Estuvieron presentes alrededor de 70 niñas de 4 a 10 años de edad, distribuidas en los tres días.
CAMPAÑA “NIÑAS DIABLAS”
Etapa dos- 2022

Campaña colaborativa con el fin de conmemorar
que el 19 de diciembre de 2011, se declaraba el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña, con el objetivo de reconocer los derechos de las niñas y losproblemas extraordinarios a los que las niñas se enfrentan en todo el mundo. Convocamos a organizaciones feministas y colectivas que estén interesadas en visibilizar narrativas de disidencias – resistencias amorosas. La campaña consiste en compartir mensajes clave construidos colectivamente a partir de conversaciones narrativas. Este proceso de co-creación con nuestras aliadas fue sostenido de mayo a julio. Los mensajes serán difundidos entre el 9 y 15 de octubre de 2022.
Los siguientes objetivos se construyeron colectivamente:
Cerrar el proceso de historias de resistencias a nivel global, visibilizando apuestas feministas de campañas de derechos de las niñas.
Hacer visible una perspectiva amorosa y feminista sobre como deconstruimos el adultocentrismo con las niñas
Construir narrativas feministas, amorosas y disidentes para las niñas en el marco del 11 de octubre, Día de las Niñas
Resultados de la campaña
“Aprendí que juntas somos aún más fuertes. Que los recuerdos y experiencias de las diablas viejas impulsan a que las niñas diablas del presente y del futuro, sean lo que quieran ser, a respaldarse, acompañarse sin temores y a continuar creyendo que otros mundos son posibles”. Nayeli Blancas, México.

Así estuvo organizada la campaña
Poema de Victoria Equihua, fue el resultado de una sesión que se tuvo las niñas.
Niñas del pasado / Niñas del presente



Las niñas diablas lanzamos un conjuro para recordarnos que merecemos una vida de disfrute, donde no nos molesten por ser traviesas, diversas, preguntonas y libres. Las niñas diablas invocamos a las niñas que ahora son adultas, niñas grandes, diablas viejas. Invocamos toda su fortaleza, resistencias, alegrías y saberes.
Las diablas viejas y las niñas diablas nos juntamos para invocar a las artistas urbanas diablas viejas del pasado: muralistas, pintoras, grafiteras, artistas urbanas que fueron olvidadas por la historia del arte de las calles la cual no ha sido contada por nosotras. Reclamamos las calles como espacios publicos de encuentro en donde la creacion artistica de las niñas diablas y diablas viejas tengan su lugar.
Niñas del futuro
La fortaleza de las niñas diablas es hacerse amigas de las niñas de todos los tiempos. Nos deseamos fuerza, travesura, disfrute y ternura para nuestras niñas diablas del futuro.
Etapa uno – 2021
Historias que iluminan, nos sostienen y resisten
Las cosas que se callan difícilmente pueden existir, adquirir una materialidad o perdurar en el tiempo. ¡El silencio mata!
Las historias recopiladas en este trabajo tienen todo menos silencio, porque las mujeres protagonistas de ellas han sabido identificar el daño que hace, porque donde solamente existe silencio, existe oscuridad… y estas historias iluminan con sus alegrías, con sus reflexiones, con sus aprendizajes, con sus enseñanzas y combaten, combatirán y ayudarán a que otras también combatan ese silencio para que se sigan sumando voces que acaben con él y con todo el daño que ha ocasionado.
Las voces de las mujeres reflejadas en este documento son solamente una pequeña partícula de ese amplio universo de voces existente a lo largo y ancho del mundo. Clasificar las historias aquí expuestas resulta irrelevante, porque sí bien es cierto que cada una de ellas comparten ciertas similitudes, las historias descritas abarcan distintas aproximaciones a un fin común: el deseo de un mejor mundo para todas nosotras y para todas las que vienen detrás.
“A las niñas y adolescentes que están iniciando, les pediría no ser tan rígidas con ellas mismas en este proceso de construirse en la persona que quieren o sueñan ser, porque cometerán errores y no necesariamente lograran ser 100% coherentes con sus creencias pensamientos y afirmaciones, Este es un proceso de aprendizaje permanente porque todo el tiempo estás cambiando y cuestionándote. No sean duras consigo mismas, porque los fundamentalismos en nuestras propias vidas también hacen daño” Texto tomado de una historia.
Guatemala
Historias de :
*** Ana Juarez Castellaños
*** Joselin Velásquez
*** Ángela Karina Sic
Ana Juarez Castellaños


Brincos de ingenio y creación: ARTE
Ni los trayectos largos que conlleva el centralismo ni la falta de acceso a internet detuvieron a Ana. Poseedora de un alma, una voz y un cuerpo que no se dejan amilanar ante la adversidad, aprendió a hacerse escuchar. Ana utiliza el arte como un medio para compartir eso que todas las personas deberíamos saber y que ella ha defendido desde que tiene doce años: las mujeres son tan poderosas que pueden hacer lo que se propongan, incluso organizarse para que la violencia y exclusión dejen de ser obstáculos a vencer para cada niña.
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Para Ana esta es una forma de resumir cómo se vive alejada de la capital de Guatemala. No es que la lejanía en sí misma represente un problema. El problema es el centralismo enfrentado en la mayoría de los países de América Latina y cómo se vuelve un obstáculo para el ejercicio de derechos. Vivir en una zona roja, una zona urbana marginal, dificultó de alguna manera la participación de Ana. Cuando era niña y adolescente no tenía acceso a carreteras ni a transporte público, solo había una biblioteca en la comunidad y el acceso a internet era escaso, lo cual no solo limitaba su participación, sino la de muchas mujeres guatemaltecas. Como dice la propia Ana: “Hay comunidades en las cuales casi no pasa nada y si pasa, no es nada bueno”, una realidad nacional fuerte. Muchas niñas y niños en Guatemala deben caminar muchos kilómetros para llegar a una escuela, para lo cual se levantan muy temprano y salen de casa sin desayunar. Ana no fue una excepción pese a su cercanía con la escuela donde estudió la primaria, al igual que con el instituto donde estudió su educación media. Por estas razones de tiempo, sumado a otras circunstancias, cursó un bachillerato en línea. Afortunadamente contaba con acceso a internet y todo pudo fluir. Actualmente asiste a la universidad pública, por lo cual debe salir de casa a las cinco y media de la mañana para llegar a las siete y lograr tomar sus clases. Ana es una mujer admirada por muchas de nosotras, es un ejemplo de fuerza interna y una de las personas más amorosos que cualquiera pudiera encontrar. A veces intento imaginar la Ana introvertida y poco social que ella asegura fue de niña, pero la única imagen que me viene a la mente es la de ella leyendo en casa y en el instituto, tal vez porque ella está grabada en mi memoria como una chica llena de luz, sociable y muy cariñosa. Cuenta que fue así hasta los doce años, cuando comenzó a estudiar en un instituto privado de educación popular. Ahí fue donde comenzó su activismo, porque el objetivo de la educación popular es precisamente involucrar a las personas en actividades políticas, hacerlas críticas para que propongan acciones en el área dónde viven. Como contaban con áreas de expresión artística ella decidió hacer teatro y zancos. Cuando ya había adquirido algunos conocimientos, comenzó a enseñar a más personas, muchas de ellas mujeres. Lo hizo sin saber qué era el feminismo, sin estar consciente de qué era ser incluyente y ser tallerista; simplemente quería compartir todos sus aprendizajes. Cuenta que un profesor, consciente de la inmensa exclusión de parte de los hombres hacia las mujeres, impulsó “la semana de las mujeres” durante la cual Ana impartió talleres para mujeres zanqueras los cuales continuarían por las mañanas de los siguientes dos años. Por las tardes, Ana tomaba clases de teatro, danza, música, malabares y zancos. Compartía todo lo aprendido no solo porque tenía tiempo, sino porque le nacía del corazón hacerlo. Y mientras llevaba a cabo estas actividades, participó en espacios políticos donde aprendió sobre derechos humanos, de la niñez y de las mujeres. Ana aprovechó cada oportunidad en el Instituto y llegó a conformar un grupo de teatro en el que solo participaban mujeres que utilizaban las obras para abordar la fuerte violencia sufrida en sus comunidades. Su trabajo en escena tuvo tal efecto que fueron invitadas a realizar una gira fuera del país de dos meses junto a otro grupo de mujeres con el cual pudieron visitar países como Alemania, Austria y Eslovenia. La experiencia cambió la percepción de todas y a pesar de que en algún momento dejaron de trabajar como grupo, se siguen la pista. La mayoría sigue haciendo trabajo social de una u otra manera. Ana participó en una obra más en Guatemala y después decidió estudiar un diplomado en animación sociocultural en Caja Lúdica –organización aliada del Instituto donde había estudiado–, lo cual fue una excelente opción porque le apasionaba y supuso una alternativa frente a la dificultad enfrentada por su familia para costear la continuidad de sus estudios. Cuando concluyó el diplomado no dudó en acercarse a las coordinadoras de la organización para pedirles trabajo. Pero debido a su edad,16 años, la única opción era una beca que le permitiera continuar su formación y obtener un ingreso. Cuenta que forjó sus ideas y pensamiento crítico en el Instituto y que durante el periodo de becaria en Caja Lúdica entendió su rol de tallerista y el significado de los talleres y estructuró lo que hacía de manera empírica desde pequeña. Desde entonces, Ana es parte de la organización y su crecimiento brilla por su amplitud. Sus experiencias han hecho de ella una joven fuerte, empoderada y con una sabiduría indispensable para compartir. Sin embargo, no ha recorrido un camino fácil. Le tocó entender cómo la gente creía que las mujeres no sabemos hacer las cosas y vivir la exclusión, como cuando en el grupo de zancos no le enseñaban lo mismo y era excluida por ser mujer. Pero Ana posee un alma, voz y cuerpo incapaces de atemorizarse ante la adversidad. ¡Ahora ella habla con fundamento y actúa! Aprendió a hacerse escuchar en todos lados, espacios públicos y privados. En casa reconoce a sus hermanas mayores, quienes estudiaron antes que ella en el mismo Instituto y le abrieron camino. Recuerda cómo llegaban a casa diciendo: “No pueden limitarnos la participación, no pueden gritarnos, no pueden pegarnos. Nosotras también tenemos voz, tenemos voto”. Esto implicó algunas discusiones, pero al final esas situaciones cambiaron la dinámica familiar y contribuyeron a su formación y participación para que dejara de mirarse como un pasatiempo o etapa de rebeldía. Ana cuenta que el papel de sus hermanas –dos mujeres adolescentes– fue central en los cambios familiares que iniciaron cuando ella aún era niña. Yo le digo que ella continúo con ese legado. No sé si de manera consciente o inconsciente, ella utilizó su inteligencia y personalidad amorosa para hacer saber a sus padres sobre la importancia de accionar a favor de sí mismos y de otras personas. Les contaba cada acción que llevaba a cabo, los invitaba a sus actividades, les compartía cómo se sentía y de las transformaciones de los chicos con los que trabajaba y de la gente en las comunidades. Les hablaba de lo bonito e importante de su trabajo. A menudo le pido a Ana que vuelva a contar la ocasión en la que utilizó los argumentos religiosos de sus papás para explicar su trabajo a favor de una vida libre de violencia. ¡Es que me parece tan ingeniosa! Me encanta volver a escuchar cómo le dijo a su madre: “Imaginate que la violencia es un demonio y con la ayuda de tus oraciones yo estoy obrando, porque la fe sin obra es fe muerta”. Ana ha representado muchas cosas en mi vida, pero sobre todo la posibilidad de reconocer la importancia de nuestras voces y de cómo deben ser utilizadas para expresar nuestros pensamientos y sentimientos. Ahora, en cada ocasión en la que convivo con niñas y surge la oportunidad, las motivo a que expresen su sentir y, de ser necesario, se revelen ante cualquier inconformidad. Les digo que la rebeldía no es mala para señalar las cosas que nos lastiman o incomodan. Les hago saber que deben estar tranquilas, porque en el camino encontrarán a muchas mujeres para ayudarlas a sanar, infinidad de mujeres a quienes les han hecho sentir que son las malas, pero que han descubierto que esta maldad es vivida en la sociedad, ocasionada por el patriarcado, el machismo, ahí está lo malo, no en nosotras. Les expreso mi gusto de conocer a una joven fabulosa que habría querido escuchar estas palabras, y por el agradecimiento a todo lo que ella me ha aportado, yo quiero regalárselo a cada niña en mi vida.
Joseline Velásquez


Creer en el poder: EMPATÍA
Joseline creció con una familia que la ha apoyado desde niña para poder ser la lideresa que es hoy. Sin embargo, está consciente de que muchas niñas y adolescentes no pueden asistir a la escuela porque sus familias no cuentan con recursos económicos o que tienen que abandonar sus estudios a causa de un embarazo no planeado. Para cambiar esta situación, trabaja en impulsar la educación integral en sexualidad en las políticas públicas de su país y en las comunidades con las que trabaja. Por su labor, la cadena BBC la ha reconocido como una de las cien mujeres que influye e inspira en el mundo.
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Joseline siempre me dice: “Somos hermosas y poderosas”. “La fuerza nos sale del útero, desde el corazoncito y desde nuestra sonrisa”.“Eres inteligente y nadie, nadie, nadie puede hacerte daño”. Y con singular determinación remarca esto: “Nosotras podemos ser todo y cualquier cosa que decidamos o queramos en nuestra vida. Necesitamos trabajar un poquito, sí, porque el mundo es muy injusto, pero se puede; todas las niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres podemos hacer cuantas cosas queramos. Necesitamos creer, soñar y construir utopías”. Sus palabras no se pierden en el vacío. Se quedan en su Twitter, se transforman en acciones: “Desde la casa a las universidades, en las calles y en toda Latinoamérica, ¡No estamos solas!”. Joseline es genial. Supe de ella a través de las redes sociales y me la encontré después en una actividad. Es una chavala loca, comprometida, acompañante leal que acuerpa. Coincidimos en varias cosas. Ambas nos enojamos por las injusticias, nos preocupan los sucesos del país y, sobre todo, creemos firmemente que las cosas pueden ser diferentes. Yo, por ejemplo, hago revolución desde el arte. Joseline creció en una colonia dentro de una “zona roja” en la ciudad de Guatemala, llamada así por la pobreza, delincuencia y el poco acceso a servicios públicos de calidad, aspectos que también han servido para construir un estereotipo e imaginario de desigualdad. Joseline tuvo la suerte de estudiar, de contar con un entorno seguro en casa y participar en espacios de recreación. Pero esa realidad no era la de todas las niñas y adolescentes de su colonia. Algunas no podían ir a la escuela porque sus padres no podían comprarles zapatos o cuadernos y otras debían quedarse en casa para cuidar a sus hermanos. A los nueve años Joseline fue invitada a participar en un curso de vacaciones en el cual practicó natación y fútbol y recibió charlas de prevención de violencia. Lamentablemente no participaban muchas niñas y el lugar estaba cercano a “chupaderos” (sitios para beber alcohol) y de la terminal de autobuses, lo cual la expuso a episodios de acoso cuando los hombres cercanos al centro la veían de forma extraña y ella sentía miedo. A sus doce años experimentó cuidar a un bebé que, por suerte, era electrónico. Era parte de un proyecto del instituto donde estudiaba: tuvo que cuidar a un bebé electrónico por tres días, cambiarle pañales, darle comida y velar su sueño. Esta experiencia le dejó muchos aprendizajes y le permitió identificar los múltiples retos y complicaciones que puede enfrentar una adolescente debido a un embarazo. La hizo afirmar: “La maternidad solamente si yo la quiero y la decido”. Su mentalidad sorprendía en el grupo de jóvenes de la iglesia a la que acudía. Ahí, la compañía y aprendizajes le resultaban amenos, pero muchas cosas no le agradaban y siempre tendía algo que expresar. Para entender cómo llegó a ese grupo, es importante mencionar de su madre, de credo evangélico, y su padre católico, le dieron formación y orientación para su espiritualidad, algo que ella agradece, pero también reconoce que no todo era agradable. El grupo veían mal la portación de condones en su bolsa y suadoctrinamiento impulsaba la sumisión de las mujeres e incluso justificaba la violencia en los hogares. Joseline remarca que el problema no era hablar de sexualidad en la iglesia o casa, sino el silencio tácito que tenía como consecuencia que los jóvenes buscaran información en cualquier lugar, espacio o persona, lo cual podría llevarlos a tomar decisiones sin información y ser víctimas de violencia. Quizá por estas experiencias ella empezó a involucrarse en espacios de participación juvenil en las cuales daba talleres, realizaba actividades educativas, hablaba con autoridades y participaba en acciones en el Congreso de la República de Guatemala. Joselin fue voluntaria de la Asociación Probienestar de la Familia (APROFAM) por varios años, donde tuvo la oportunidad de viajar a Costa Rica, Colombia y México para fortalecer sus conocimientos y poco a poco se involucró en el movimiento de juventud. Orgullosa cuenta: “Tuve la experiencia de aportar al proceso de consulta para impulsar la Ley de Juventud en Guatemala. Evidencié cómo no todas las realidades eran iguales y buenas. Vivimos en usa sociedad desigual donde se violenta de muchas formas, especialmente a las niñas y adolescentes”. Ella, junto a otro grupo de jóvenes, apoyó para que las acciones a favor de la educación integral en sexualidad en Guatemala se concretaran en el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud. Fue un proceso de incidencia que le dio muchas herramientas para defender sus derechos, en especial los sexuales y reproductivos. Un día le pregunté: “Joseline, ¿eres feminista?” y sin dudarlo respondió: “¡Sí! pero al principio no lo sabía”. Me contó que una tarde escuchó una canción que decía: “Por tener cuerpo de mujer me creen tierna, pero me dicen perra si en la calle enseño pierna”. Ella no tenía idea de quién la cantaba ni de la mitad de las cosas dichas en la canción. La buscó en internet y descubrió que la autora era una mujer llamada Rebeca Lane, quien se identifica a sí misma como rapera y feminista. En ese momento surgieron en ella preguntas como “¿qué es el feminismo?”, “¿quiénes son las feministas?” Para responder sus preguntas acudió con otras compañeras a un proceso de formación de mujeres jóvenes en el cual compartieron sus experiencias del día a día, de lo que les afectaba “el corazoncito” y del reto organizarse. “Fue ahí, con esas mujeres fuertes, locas, coherentes y cabronas donde me nombré feminista”, recuerda. De otros espacios en los que participó recuerda las pláticas de las mujeres adultas sobre de los cuerpos y las sexualidades como primer territorio de defensa y y sus reflexiones acerca de cómo el patriarcado es el sistema opresor y violento que impide el desarrollo de las mujeres. A Joseline le parecía que estas ideas resumían el planteamiento feminista, pero era consciente de que para algunas personas el feminismo es una moda o algo absurdo y les resulta común o normal la falta o imposibilidad de poder estudiar por parte de muchas mujeres, así como que trabajen largas jornadas y/o se conviertan en madres como única opción de vida. Joseline siempre dice: “Algo tenemos que hacer. Nueve de cada diez niñas en Guatemala dejan de estudiar por asumir un embarazo. Muchas mujeres no continúan sus estudios y se ven forzadas a trabajar en lugares feos por casarse en contra de su voluntad y a temprana edad. Cada cuatro horas, una mujer sufre violencia; son datos dolorosos, son historias desconocidas”. Sus palabras me hacen pensar que eso la motivó a colaborar con GOJoven Guatemala, organización que trabaja para que las y los adolescentes y jóvenes construyan sus proyectos de vida. Apoyó en el área de incidencia y comunicación, apostó al reconocimiento de las niñas, adolescentes y jóvenes sobre sus derechos sexuales y derechos reproductivos. Como parte de esta apuesta, viajó a New York para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas para buscar el reconocimiento sobre la situación vivida en Guatemala. Con todas las cosas realizadas por Joseline entiendo por qué, a sus 25 años, la BBC la reconoció como una de las 100 mujeres que influyen e inspiran al mundo. Pienso que todo lo vivido y hecho por ella son un homenaje a todas esas mujeres jóvenes que también realizan un trabajo invaluable para transformar las realidades de sus países. Joseline estudia Periodismo y Derecho. Sigue trabajando para contribuir a construir un mundo justo, un país en el que todas las niñas y adolescentes vayan a estudiar, sueñen con sus objetivos por alcanzar cuando sean grandes y puedan lograrlos. Ella honra a las mujeres de su familia y desea que su madre, hermanas, sobrina y todas las personas puedan vivir felices, sin miedos y con mejores oportunidades. De las cosas aprendidas gracias a Joseline dos son las más importantes: la idea de trabajar entre mujeres y por las mujeres (desde niñas hasta la edad de adultas mayores) y siempre mantener un sentido crítico y ver absolutamente todo con los lentes del feminismo.
Me gusta mucho su afirmación de que este es un mundo para poder tejer con múltiples mujeres diversas y su anhelo: “A donde quiera que vayas, no olvides tu raíz. Da tres veces gracias a tus ancestras porque ellas aportaron para que seas la mujer que eres. No te quedes callada, tienes un espacio para ser escuchada y para escuchar a las demás. Deseo un mundo con lucha, movimiento, revolución, orgasmos, perreo y feminismo”.
Ángela Karina Sic López


De letras y exploraciones: LIBERACIÓN
Ingresar al internado en el que estudió junto a otras adolescentes indígenas, significó para Karina dimensionar las afectaciones que el conflicto armado interno generó a su país y egresar de él la hizo consciente de la doble discriminación que enfrentaba por ser mujer y ser indígena. También representó el inicio del camino que ha transitado para ser una joven k’iche’ que trabaja en la transformación del mundo, en particular desde la defensa de la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de la identidad cultural y la visibilización del colonialismo, como uno de los sistemas de opresión.
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Esta mañana, mientras reúne la energía para dejar su cama, Karina recuerda cuando despertó en el cuarto del internado al cual había llegado para continuar los estudios de bachillerato porque su papá decidió que era el mejor lugar para estudiar sin siquiera consultarle. Ella volvió a vivir aquella sensación experimentada cuando una descubre un acontecimiento que nos cambia la vida. Ángela es una joven indígena k’iche’, originaria de Uspantán, un municipio de Quiché y ubicado a unas siete horas de la capital guatemalteca. Ahí se encuentra el internado al que llegó en 2006, deseando que el tiempo pasara lo más rápido posible para poder regresar a su casa, sin sospechar que iniciaba un viaje sin retorno, al menos no como lo pensaba. Uspantán está en uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado interno en Guatemala. La mayoría de su población es indígena y el acceso a oportunidades sigue siendo limitado, en particular para las mujeres, que son encasilladas en los roles de madres, esposas y cuidadoras del hogar. La protagonista de nuestra historia se vio beneficiada por una beca ofrecida en el internado. A pesar de ser una adolescente tímida y con algunos problemas de autoestima –como ella misma se recuerda–, siempre logró destacar en la escuela, ser una lideresa y hacerse notar. La beca le cubrió los tres años de estudios en el internado y le dio acceso a una biblioteca en la que conoció la historia de su país, se replanteó la propia y vinculó esta etapa de su vida con los aprendizajes vividos en Uspantán cuando fue parte de grupos de marimba y diversas organizaciones infantiles. A Karina siempre le gustó leer y explorar libros por lo cual el acceso a la biblioteca significó un giro de 180 grados. En sus palabras: “Me cambió mucho. Ahí sentí un giro en mi forma de pensar y comencé a tener acercamiento político por mi cuenta”. Entrar al maravilloso mundo de los libros fue la posibilidad de conocer otros lugares, costumbres y formas de ver la vida. Pero también significó conocer momentos de su propio país. Leer “Guatemala, memoria del silencio”, fue un parteaguas para Karina porque en sus hojas encontró un esclarecimiento de lo ocurrido durante el conflicto armado. Se enteró de realidades que despertaron su conciencia y esto la hizo inclinarse a estudiar en la universidad algo relacionado con las ciencias sociales. Se decidió por el trabajo social. Entender cómo el Estado había violentado a los pueblos indígenas guatemaltecos fortaleció la identidad cultural de Karina y la hizo más consciente de la realidad que los pueblos han tenido que vivir debido a su origen étnico. Aquel también fue el despertar a una serie de reflexiones y cuestionamientos. Por ejemplo, se percató de que haber integrado los grupos de marimba y de 13 participación infantil le había ayudado a adquirir seguridad y conocer a otras niñas, niños y adolescentes. Reconoció que aunque no dimensionaba el significado de formar parte de espacios en los que se hablaba de políticas de protección para la niñez y adolescencia, sentía que su voz era escuchada y que con ella podía beneficiar a sus pares en su país. Le gustaba esa experiencia y ¡qué grata era la posibilidad de viajar a otros municipios y departamentos de Guatemala en los cuales conocería realidades tan parecidas a la suya! No pudo evitar pensar que a pesar de haberse iniciado en aquellos grupos con otras niñas y adolescentes, terminó siendo la única mujer porque las demás no tuvieron permiso de continuar. Deliberó cómo en su caso había sido favorecedor que su mamá participara en grupos de mujeres y ella y su padre, un docente en Uspantán, estuvieran involucrados en proyectos sociales, lo cual derivaba en la normalidad de que quisiera ser parte de los grupos a los que asistía. Sin embargo, reconoció el nulo reconocimiento e importancia a su participación y sentía que esto había sido utilizado como un elemento de negociación para impulsarla a mantener buenas calificaciones. Pese a todo, agradecía haber sido invitada a ser parte del grupo de marimba y del Comité Ejecutivo Nacional de Niñez y Adolescencia de Save the Children, porque eso le permitió romper con las exigencias ligadas a ella por ser mujer y dejaron de tener sentido frases que escuchaba en su cotidianidad, como que las mujeres no debían estar “aplanando las calles”, porque espacio era exclusivamente para los varones. En sus palabras: “Me permitió no reducir mi espacio a lo privado, sino sentir que yo también era parte del espacio público y podía estar ahí, sin ser algo negativo ni algo en lo que las mujeres no pudiéramos estar”. Ahora, desde otro lugar y a sus 29 años, Karina deja escapar una sonrisa mitad satisfacción, mitad nostalgia, al pensar en su regreso a Uspantán y la necesidad de salir nuevamente a buscar oportunidades de empleo y crecimiento personal. Piensa en las niñas y adolescentes que viven en su municipio natal y le recuerdan a sus compañeras de internado, a cómo se sintió ahí acompañada y a cómo ser 14 indígena nunca fue motivo de discriminación. Piensa en su deseo de que ellas nunca experimenten la discriminación como ella la vivió cuando salió del internado. Toma a toda prisa el cuaderno inerte de su buró y escribe una lista con los elementos considerados necesarios para contribuir al desarrollo de estas niñas y adolescentes. Lo hace meticulosamente, como quien se compromete con lo que escribe y cada vez que añade algo regresa al primer párrafo: “Me gustaría decirles a las niñas de hoy que sigan soñando, porque tenemos todas las posibilidades de ser quienes querramos ser, pensar en cómo el amor propio es muy importante para que nunca nadie les diga que no valen o no pueden, pues sí valemos”. Su lista es poderosa. Sobresale la importancia de enseñar acerca de la autoestima, la sexualidad, el colonialismo, la sanación y el feminismo. Karina piensa en la plenitud otorgada por trabajar en la defensa de la soberanía alimentaria y participar en el Consejo de Juventudes Indígenas de Guatemala, una organización de jóvenes indígenas que trabajan en formación política para fortalecer la identidad cultural, y en Divergencia Colectiva, un espacio que promueve el análisis de la realidad desde el colonialismo para definirlo como uno de los sistemas de opresión vigentes. ¡Ahora sí está lista para abandonar la cama! Guarda el cuaderno y se dispone a seguir cambiando el mundo.
Nicaragua
Historias de:
*** Denisse Sevilla
*** María José Díaz
Denisse Sevilla Jiménez


Esperanza morada: RESISTENCIA
El pañuelo morado de Denisse no solo representa al movimiento feminista al que pertenece desde hace varios años y desde el cual defiende los derechos de las mujeres, incluido el de decidir sobre su cuerpo. Ha adquirido más fuerza e importancia en un ambiente donde se prohíbe usar los colores azul y blanco de su bandera. Representa la certeza de que pese a la dictadura que se vive en Nicaragua y de que no hay espacios seguros para el activismo, la fuerza de la colectividad y saberse acompañada son un motor para seguir transformando el mundo.
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Denisse habla con tanta emotividad del significado del pañuelo morado regalado por su hermana, de la forma en que nos distingue como feministas en cualquier parte del mundo, de cómo nos hace sentir acompañadas y motivadas con la idea de andar juntas en este afán por construir un mundo justo para todas, que sus palabras me hacen sentir orgullosa de haber iniciado –como ella– este camino hace algunos años.
Sin embargo, también sentí un vacío en el estómago cuando la escuché decir que con el pañuelo “salimos a las calles, con él protestamos y hacemos activismo, y ahora ha adquirido más fuerza e importancia en un ambiente donde se prohíbe usar los colores azul y blanco de nuestra bandera. Entonces también se convirtió en un color de lucha. Es mi símbolo y siempre me acompaña”.
Me percaté de algo que nos diferencia a las feministas en Nicaragua de las feministas que viven en otros países de la región: nosotras vivimos una dictadura.
Cuánta razón tiene Denisse cuando resalta la carencia de espacios de activismo seguros de 2018 a la fecha. Antes fue la lucha para evitar la penalización del aborto y eso derivó en que muchas viviéramos represión y persecución. Pero si las feministas ya éramos buscadas y asediadas, en el contexto actual de Nicaragua el gobierno tiene el pretexto ideal para sacar a las mujeres de su casa y llevarnos presas.
Mientras las escuchaba hablar sobre el tema durante esa comida de compañeras del movimiento, no pude evitar preguntar en voz alta: ¿Cómo hacemos para mantenernos en pie, para no perder la esperanza y poder transmitirles a otras mujeres y niñas la importancia de seguir luchando por una Nicaragua libre y por vidas libres para nosotras?
Inmediatamente, Denisse tomó la palabra y respondió con firmeza: “Yo resistí porque tuve el acompañamiento de mujeres vitales en mi vida y crecí a la par de mujeres fuertes que me dieron luz y esperanza, y tuve el deseo profundo de dejar de ser la débil para poder ser alguien quien hace frente a muchas cosas. Por eso
necesitamos decirles a las niñas que la educación es importante, es una de las cosas a las cuales nunca deben renunciar. Decirles que el contexto es adverso, pero necesitan estar unidas, apoyarse mucho en las personas que puedan darnos buena información, que no deben renunciar a la posibilidad de ayudar, de buscar a las mujeres organizadas y confiar a plenitud en el movimiento feminista y de mujeres. Necesitamos decirles que no están solas, que intenten organizarse desde los espacios posibles y que siempre procuren su seguridad sin dejar de ser curiosas; buscar en los libros, leer mucho, acercarse a las redes para articularse, eso es lo más importante”.
Después de escuchar toda la sabiduría existente en esta mujer varios años más joven que yo, sentí mucha admiración y mucha curiosidad por saber cómo había sido su vida y cómo llegó al feminismo.
En algún momento de la comida aproveché cuando la vi salir al patio para contestar una llamada y tomé de mi bolso mi cajetilla de cigarros, la cual me dio el pretexto para propiciar un encuentro que parecería casual.
Más tarde le confesé haber ido al patio con la intención de saber más de ella. Le dije la verdad: mi intención no era ser invasiva ni impertinente y por eso preferí hacerlo en privado. Me hizo un poco de burla y dijo que estábamos en un espacio de confianza donde podía preguntar delante de todas, sin la necesidad de contaminar más mis pulmones y generosamente me compartió parte de su historia.
Nació en Jinotepe, Carazo, barrio San José. Se crio con sus cinco hermanas, papá y mamá, pero ella emigró a Estados Unidos cuando Denisse tenía un año de edad y quedó a cargo de su abuela materna. Vivió en la capital los primeros años de su infancia. A su regreso a Jinotepe, su hermana mayor ocupó el papel de su tutora.
La ausencia de su madre por la migración y la de su padre por el trabajo dio a ella y sus hermanas amplias libertades. Aunque crecieron con aprendizajes tradicionales que las hacían cumplir ciertas normas, como ser buenas estudiantes, desde pequeñas tuvieron libertades con relación a las figuras de autoridad y de control, lo cual les permitió encontrar sus propios caminos. Por ejemplo, su religiosa familia materna promovía la necesidad de ir a la iglesia los sábados y guardaba el viernes debido a las doctrinas seguidas por su madre y tías. Pero al mismo tiempo, el hecho de que su papá fuera ateo les daba la oportunidad de hacer lo que quisieran, siempre y cuando no descuidaran la escuela.
Así fue como ella y su hermana Alondra no encontraron mayor obstáculo para incorporarse a un espacio de formación sobre los derechos de la niñez.
Desde pequeñas Denisse y Alondra -–dos años mayor y clave en su historia porque participan juntas en diversos espacios– fueron muy cercanas. Se cuidaban, iban juntas a la escuela, tenían las mismas amistades y, en pocas palabras, juntas descubrían el mundo.
Compartir con sus pares sus realidades les permitía a las dos hermanas darse cuenta de los niños y niñas que la pasaban peor, lo cual les construyó un sentido de consciencia, una noción de cambio y la necesidad de querer aportar desde sus espacios para mejorar estas situaciones.
La relación con su hermana es quizá el primer eslabón de una amplia red de mujeres construida con otras niñas, adolescentes y mujeres que ahora son parte de su familia elegida.
Una de ellas es María Martha, con quien acudió a un taller dirigido a comunicadoras y comunicadores infantiles, en Movimiento Infantil Luis Alfonso Velásquez Flores (el MILAVF) de Jinotepe. Allí se realizó una audición para ver quién podía llevar un programa radial llamado “Somos hoy” para hablar sobre los derechos de la niñez. Las dos resultaron seleccionadas. Además de organizar y transmitir los programas, tuvieron la oportunidad de participar en eventos con alcance a niñas y niños de todo el país.
Estuvo en este proceso hasta que entró a la adolescencia y se sumó al trabajo realizado por la Fundación Desafíos, organización en la que el tema central era la juventud. Realizaban incidencia política a través de una agenda juvenil, organizada por el Consejo Juvenil de Jinotepe para posteriormente exponerla en el marco de los comicios electorales municipales.
Paralelamente desarrollaron su propio programa llamado Azul Oscuro con el cual abordaban temas vinculados a las y los adolescentes y jóvenes, violencia y relaciones de pareja, entre otros temas.
Desafortunadamente tuvo que dejar la Fundación Desafíos a los 17 años porque el director la saludó con un beso en la boca. Al inicio, cuenta, estaba muy confundida. Dudó si eso era un gesto de cariño o una actitud errónea. Al final se armó de valor y lo compartió en público e hizo saber la incomodidad que había
sufrido. El apoyo de otras mujeres se volvió a hacer presente: Cristina y Mayte, dos buenas compañeras que trabajaban para la organización, la animaron a denunciar, a hacerlo público y compartírselo a un par de personas cercanas al director.
Sin duda, aquel fue un acto de resistencia. El director enfrentó una sanción y el repudio de las personas. La denuncia de Denisse, además, permitió a otras chicas
animarse a hablar y referir la vivencia de situaciones de acoso y abuso sexual, no solo con él, sino con otros hombres dentro de la organización.
Salir de la fundación la dejó un poco en el aire porque era el espacio desde el cual realizaba su activismo, pero Cristina y Mayte, ya integrantes del movimiento feminista, la invitaron a sumarse a ciclos de formación en La Corriente, lo cual le ayudó a no sentirse con las manos vacías. Ahí conoció a Teresa Blandón, la encargada de los ciclos formativos y quien se volvería en su primera maestra en el movimiento.
Denisse y chicas cómplices de su edad comenzaron a organizar colectivos autoconvocados, como la corriente joven feminista, espacio desde el cual pudieron conocer al movimiento amplio de mujeres, y otros espacios de incidencia y el trabajo hecho por otras mujeres en temas diversos no planteados por ellas previamente, como la soberanía alimentaria.
Recuerdan cómo conocer esas otras realidades cambió totalmente su visión de las cosas, les hizo replantearse su activismo y darse cuenta de su necesidad de trascender, porque a pesar de que sus actividades estaban diseñadas para jóvenes de la ciudad, la mayoría de las usuarias eran chicas semirrurales o rurales.
Actualmente Denisse forma parte de la Red del Miso desde la cual acompaña a mujeres para que acedan a abortos seguros. En el contexto actual del país han tenido la necesidad de crear un plan de contingencia para seguir acompañando a las mujeres sin comprometer su integridad. Por ejemplo, usan seguridad informática a través de aplicaciones para evitar situaciones de riesgo, tener conversaciones seguras y ofrecer seguimiento con menos margen de exposición.
Ella está consciente del riesgo permanente, pero también de la necesidad de acompañar, porque nosotras podemos ser la diferencia en la vida de otras. Y nuevamente adquiere mucha razón. De no haber sido por la insistencia de algunas compañeras como Mayte y Cristina, el acompañamiento de Alondra y María Martha, o sin los aprendizajes compartidos por Tere, quizá la historia y la vida de
Denisse serían otras. ¡Afortunadamente no estamos solas, afortunadamente nos tenemos las unas a las otras!
María José Díaz Reyes


Alas que resguardan: LIBERTAD
A los ocho años, María José se involucró en un grupo de acción infantil y no tardó en convertirse en una lideresa para sus pares que la buscaban para denunciar a las personas adultas que les maltrataban. El trabajo por la defensa de los derechos de l@s niñ@s y su reconocimiento como sujet@s de derechos continúa. Lidera una iniciativa para acercar el feminismo a las niñas y adolescentes que son estigmatizadas como rebeldes. Por seguridad tuvo que abandonar su país a causa de la dictadura. Actualmente vive en la Ciudad de México en donde cursa un doctorado y acciona su militancia feminista.
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María José es feminista nicaragüense y escribe poesía desde muy niña. Nació en Chinandega, una ciudad ubicada en la frontera con Honduras y el Salvador, un ubicado entre un volcán y un océano que la vio crecer y convertirse en una niña tenaz, siempre obstinada en pensar que las opciones a su alrededor eran insuficientes por ser limitadas. En ella siempre latió el deseo de querer algo distinto. El humilde barrio donde vivió su infancia y adolescencia se caracteriza por tener un alto índice de alcoholismo, situación fácil de entender porque Chinandega aloja a los dos ingenios de Nicaragua en los cuales se produce todo el licor del país, y su casa se ubicaba a una cuadra de un cañaveral. Desde pequeña, María José aspiró una vida distinta a la de las adolescentes de su barrio que ya eran madres o estaban en proceso de serlo. Estaba completamente segura de no querer ser maltratada por nadie, como muchas veces observó que sucedía a otras mujeres, incluidas las de su propia familia. Aprendió y supo asimilar que la violencia ejercida y naturalizada contra niñas y niños no era justa. ¿Pero qué podía hacer una niña de ocho o nueve años proveniente de un contexto en el que se obedecía a lógicas estructurales? Mucho. Retarlo, por ejemplo. Su primera gran resistencia fue leer a escondidas, debajo de la cama, porque su abuela se burlaba de ella por hacerlo y le remarcaba lo ridículo del acto simplemente por ser mujer. Pero esto jamás la detuvo. Leyó con gran gusto todos los libros a su alcance. Integrante de una familia de izquierda, con un padre revolucionario, no le fue difícil involucrarse desde pequeña en un grupo de acción en el cual tenía sus orígenes la antigua Asociación de Niños Sandinistas (ANS) y fue lideresa nivel nacional con apenas once años. Ese espacio donde la violencia contra niñas y niños se nombraba como tal, fue una burbuja de protección para la pequeña María José. Allí encontraría más fuerza y eco a sus denuncias, metas y sueños. El grupo fomentaba el involucramiento de niños y niñas en los distintos procesos. María José, por ejemplo, formó parte de un grupo de pares que fueron consultados sobre el Código de la Niñez y la Adolescencia, instrumento jurídico aún vigente en su país y que penaliza, entre otras cosas el maltrato físico. Su poder fue creciendo, se sintió con mayor seguridad para defender aquello considerado injusto. “¡Está mal que nos lastimen y está mal que lastimen a mis primos, primas, hermanas!”, se decía. Comenzó señalarle a los adultos sus acciones incorrectas y por las cuales podían ir presos. Las alas de María José se extenderían para el resguardo propio y de las y los niños de su calle, quienes acudirían a ella para acusar a las personas adultas cuando usaban la violencia física en su contra. Las alas de María José siempre fueron zurcidas y rezurcidas por su madre, acompañante continua en su proceso. Aprendió cómo la información sirve para defenderse a sí misma y a sus pares. Comprobó el poder de unos posters pegados en la puerta de quienes no respetaban su derecho a vivir libres de violencia. Sus tías fueron fieles testigas de cómo su sabiduría podía desatar una protesta en casa ante el argumento de que ser madre daba prácticamente cualquier derecho sobre los hijos e hijas. “Sí, es tu hijo biológico, pero no te pertenece”, replicaba ella. Esta fue una etapa muy importante para ella. Descubrió sus capacidades para transformar el mundo y convertirse en una agente de denuncia. Como diría ella, “decidí convertirme en lo que actualmente soy: una activista, militante permanente e intransigente”. Pero ser una militante permanente no siempre es sencillo, en ocasiones resulta en un enfrentamiento con una misma y con quienes se supone son personas aliadas. Lo anterior tuvo que aprenderlo dolorosamente cuando a los 16 años sufrió acoso sexual por parte de uno de los líderes adultos del movimiento del cual era parte. Afortunadamente contó con una amiga que le explicó que eso se llamaba acoso y la apoyó para hacer la denuncia contra el causante. Desafortunadamente al hacerlo las reacciones no fueron a su favor y debió renunciar al espacio donde había crecido tanto. No obstante, siempre tuvo clara su posición: si de niña le enseñaron a tener megáfono para denunciar la violencia, las personas en ese espacio no estarían exentas de ser denunciadas y utilizaría ese megáfono simbólico incluso contra ellas. Al conocer los colectivos y compañeras feministas se sintió identificada. Le alivió saber que no era una extraña solitaria en este mundo y se propuso contribuir a evitar que las niñas se sintieran como bichos raros y vivieran con un sentimiento de soledad profunda. Con más años y experiencias encima, María José y sus amigas reconstruyeron sus propias experiencias de niñas activistas e impulsaron una iniciativa llamada “Brujas mal portadas, mujeres en libertad”, a través de la cual trabajan con niñas estigmatizadas en las escuelas y en los hogares por ser consideradas como “las problemáticas, las rebeldes o mal portadas”. Las niñas son invitadas a ser parte de conversatorios abiertamente feministas que la mayoría de ocasiones concluyen en un proceso de autodeterminación feminista por parte de las participantes. María José se reconoce como una mujer de 34 años sobreviviente de la dictadura de Ortega. Fue perseguida junto con sus amigas y tuvo un exilio de dos meses, aunque regresó al país por no poder sobrellevar a la idea de permanecer exiliada, en un limbo. Ella se asume como feminista, proaborto, mujer sensible y una fiera cuando se trata de violencia contra niñas y niños. No le importa discutir, pelearse o entrar en distancias políticas con mujeres con tal de resguardar la integridad de niñas y niños. A su pequeño hijo le enseña que no hay una madre ideal, sino una madre posible, su relación maternal es de amor, cuido y respeto. María José entiende la pañoleta morada que la acompaña al compartirme suhistoria –al igual que en muchas de las marchas contra el régimen de Ortega– como un símbolo de su identidad feminista y de cómo con ella, en cualquier parte del mundo, mostrará su postura y las luchas defendidas por ella y millones de mujeres. Se sabe parte de un movimiento internacional y acompañada. Para la protagonista de esta historia hay resistencias muy amorosas como las hechas con las mujeres de su familia, hay resistencias más políticas de debate ideológico como las sostenidas en el movimiento feminista y a veces también reconoce a la resistencia como el acto de retirarse. Ella nos enseña la forma en que muchas ocasiones podemos decir: “Esto me sobrepasa, este poder me sobrepasa y la forma en como yo voy a estar bien es retirándome para preservar la vida o la estabilidad emocional”. Actualmente vive en México porque estudia un doctorado. Tomó esta decisión al sobreponerse a la depresión de ver morir a cientos de nicaragüenses, un estado anímico que la orilló a reinventarse y desde la Antropología se plantea narrar la atrocidad vivida desde 2018 en el pueblo de Nicaragua. Se define como una mujer que ha construido la felicidad a punta de decisiones conscientes, con la certeza de saber que el acto de crecer como niña duele, pero de adultas tenemos la posibilidad de acompañar con respeto a otras niñas. A María José le gustan las cosas sencillas: leer, tomar café y reír junto a sus amigas.
México
Historias de:
*** Emily Reyes
*** Sofía Regalado
Emily Reyes Guzmán


Cuestionar y escuchar: ACOMPAÑAR
Emily se apasiona al hablar con otras mujeres sobre su derecho a tener la vida que sueñan y apoyar a las que se encuentran en círculos de violencia, para que los rompan. Por eso ama ser promotora, fue diputada por un día en el Parlamento juvenil Rosario Castellanos y defiende el derecho al aborto seguro. Esa misma pasión le permitió vencer el miedo a ser agredida por grupos conservadores al usar su pañuelo verde en espacios públicos y portarlo con orgullo porque representa su lucha y la de sus compañeras.
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Nos caímos muy bien al conocernos. Nos encantaba hacer muchas cosas juntas, nos divertíamos mucho, lo seguimos
haciendo. Una tarde acudí a su casa, me contó que a su tía la buscaron para convertirse en coordinadora municipal de una red para jóvenes aquí en Tuxtla y ella aceptó. Desde ese momento se volvió común hablar de DDESER, como se llama la red. Me contaba de su tía, quien organizaba talleres, foros y otras actividades para invitar a las mujeres de su familia y en las que le encantaba contar con mi participación.
Acudió por primera vez con su mamá a una de las actividades organizadas por su tía y quedó encantada. Recuerda que no entendía algunas cosas, preguntaba y cuestionaba todo lo que le generaba dudas.
Fue tanta su insistencia e interés que su tía la empezó a invitar a las actividades. Cuando había algún foro la llevaba para contar con su apoyo con la lista de asistencia, tomar fotografías o cualquier actividad en la que pudiera apoyar.
También la motivaba a participar cuando se hablaba de los derechos de las niñas y los niños.
Al principio pensé que solo se trataba de acompañar al trabajo a su tía y que era semejante a cuando yo iba con mi mamá al suyo, pero no tardé en darme cuenta del amplio interés de mi amiga, le encantaba estar en ese espacio, y recuerdo su felicidad cuando finalmente fue reconocida como una integrante de la red a los doce años. Literalmente brincaba de felicidad y yo con ella.
Cada vez hablaba más de DDESER y decía a todas las compañeras de escuela la importancia de que como niñas tuviéramos información para tomar decisiones con base en los deseos para nuestro plan de vida. Comencé a poner más atención a las cosas que nos decía a mí y a las compañeras de clase, a esa información adquirida en sus talleres y compartida con nosotras.
Nos decía: “¿Saben qué? Nosotras tenemos derecho a tener relaciones sexuales y contar con nuestros métodos”. Yo no hablaba nada de esto en mi casa porque sabía que no lo tomarían a bien y no quería me prohibieran juntarme con ella. Pero muchas compañeras iban a contarle a sus mamás y papás nuestras pláticas y la catalogaban de mala influencia.
Una vez, después de una firma de boletas, Emily y yo fuimos al baño y escuchamos a unas madres hablando afuera del salón. Decían: “¿Cómo es que esta niña sabe tanto y por qué está mal influenciando a mi hija?”. Mencionaban que su edad no era la adecuada para saber tanto de sexualidad y criticaban que lo hablara en la escuela. La consideraban una mala influencia para el resto y auguraban que pronto quedaría embarazada.
Esto no solo ocurría en la escuela. Emily me contaba de algunos familiares le recriminaban a su tía que la había echado a perder, porque antes de llevarla a sus actividades asistía a la iglesia y justo después dejó de ir y ya tenía otros pensamientos.
Las personas no veían la felicidad de Emily por aportar algo a la sociedad, trabajar con otras personas jóvenes y sentirse plena, a gusto con sus acciones. Afortunadamente lo anterior no truncó su continuidad en las actividades de DDESER. Hasta la fecha acude y quien la ha escuchado hablar sobre su trabajo como promotora puede dar fe de pasión por ello.
Sin duda, contar con el apoyo de su abuela –la mujer más importante en su vida– y de su mamá, resultó crucial para participar y hacer frente ante las reacciones negativas.
Hoy, a poco más de una década, cuando la escucho decir cuán importante ha sido para ella estar en la red para enfrentar algunas circunstancias y tomar decisiones, pienso que fue un gran regalo de vida no solo para Emily, sino para quienes nos enganchamos con sus propuestas.
Me encanta y sorprende recordar todo lo aprendido juntas y ver cómo fuimos cambiando con el paso del tiempo. Por ejemplo, el cambio entre juntarnos únicamente con las niñas “bien portadas” a juntarnos con todas las compañeritas de la escuela y darnos cuenta que algunos comportamientos que creíamos inapropiados para las niñas, en realidad respondían a estereotipos impuestos por ser mujeres. O pensar en el día que hicimos nuestro plan de vida juntas y nos emocionó soñar con la vida que deseábamos.
Como dice Emily, cada niña debería poder establecer un proyecto de vida y realizarlo. El otro día me contó que aún conserva nuestro proyecto de vida y al revisarlo se percató de que ha logrado muchas cosas plasmadas ahí. Sintió mucha emoción y se puso a llorar de felicidad y orgullo por su empoderamiento. Sus lágrimas se debían al agradecimiento de haber contado con la libertad de decidir en todos los aspectos de su vida.
No siempre se lo digo, pero yo también estoy muy orgullosa de ella, por todo lo logrado, desde su acompañamiento a promotores hasta el día que fue diputada en el parlamento juvenil Rosario Castellanos. También participó con una iniciativa llamada: “Género y Migración: mujeres en su tránsito por Chiapas” y ganó un viaje para ir a Canadá a través de la convocatoria del Instituto Mexicano de la Juventud “Jóvenes analistas” en la que fue reconocida por realizar el análisis más destacado
sobre las diferencias existentes entre las legislaciones de Oaxaca, Chiapas, Colima, Chihuahua y Morelos en relación con la cartilla de derechos sexuales y derechos reproductivos.
Me resulta inevitable no pensar en redes de mujeres cuando hablo de Emily porque ella siempre resalta que escuchar las experiencias de otras mujeres la fortaleció a nivel personal y organizativo. Además, porque he visto cómo ha ayudado a algunas mujeres a salir de la violencia.
Ella dice que siempre debemos recordarle a las niñas la existencia de muchas mujeres detrás, frente y al lado de ellas que luchan para acceder a un mejor futuro y un mejor presente. Insiste en que hay que destacar la importancia de integrarse a alguna organización, buscar información sobre el feminismo y, de presentarse la oportunidad como le ocurrió a ella, que no duden en aceptarla.
Yo estoy completamente de acuerdo porque conocí a la Emily a sus diez años y conozco a la de 25, la que venció su miedo a portar el pañuelo verde y hoy lo usa con orgullo porque representa su lucha y la de sus compañeras. Ella, quien desde pequeña defendió su deseo por participar y hoy facilita procesos para la participación de otras.
Sofía Regalado


Ecos color verde: REDES
Sofía fue una niña demasiado sensible y consciente que cuestionaba el mundo. Esto la llevó a informarse sobre el maltrato animal y la sexualidad y exponerlo a sus compañeras de escuela. También la llevó a nombrarse lesbiana en una clase y a acercarse al movimiento feminista. Actualmente es codirectora de una organización comprometida con llevar el feminismo a grupos de jóvenes que viven en zonas periféricas, a partir de retomar sus intereses y necesidades.
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Entré al aula cuando estaba terminando el taller que Sofía daba a mis alumnas de sexto de primaria y alcancé a escuchar que les dijo: “Tienen algo muy poderoso entre sus manos, tienen esa chispa por la vida que muchas veces la gente pierde cuando crece. Ustedes la tienen y tienen un súper poder en este momento y es el de la creatividad y la energía para hacer cosas. ¡Son súper poderosas niñas, las amo! Me acerqué para agradecer su presencia y pedí al grupo que de manera ordenada se dirigiera al patio de la escuela, a su clase de educación física. Cuando estuve a solas con nuestra invitada, le pregunté cómo les había ido en la sesión y le expresé mi interés porque no fuera la última vez que nos visitara. Le comenté que me había llamado mucho la atención su manera de cerrar la actividad y la confianza demostrada hacia ell@s, porque pocas veces había escuchado a alguien dirigirse de esa forma a las y los alumnos. Le confesé incluso lo común que era escuchar a mis colegas decir que estas nuevas generaciones son apáticas y no se comprometen con nada. Sofía me miró, dejó asomar una sonrisa, de esas que denotan entre sarcasmo y pena ajena, y me dijo: “Cuando era pequeña me causaba mucha bronca el sistema educativo en el cual cursé la escuela pública porque vive diciéndonos ‘no puedes’, ‘no puedes’, ‘no puedes’. Y si algo yo me decía en mi infancia y en mi adolescencia era precisamente qué podía hacer yo. Observaba todos los problemas, era consciente de ellos y me angustiaba su tamaño, pero qué ¿podía hacer? Me parece necesario comprender que las y los niños también pueden llegar a sentirse muy angustiados por las problemáticas sociales porque no encuentran herramientas para actuar y nos toca a nosotras, como personas adultas, ayudarles a confiar en ellos y en su capacidad de lograr lo que se propongan”. Escucharla me hizo sentir el calor que corría por mi cuerpo cuando estaba en la universidad y alguna profesora decía algo que me hacía sentir emoción y esperanza. Me emocionó saber de la existencia en el mundo de otras personas que como yo creen en el potencial de las niñas y los niños y no los ven como un problema a solucionar como otras personas que ven el tratar a l@s niñ@s como una obligación impuesta ya sea laboral o familiar. Al comentar esto a Sofía fue como si nos reconociéramos cómplices y aliadas. Me encargué de gestionar con la directora un par de talleres más para mi grupo y otros sextos. Sofía amablemente aceptó impartirlos y eso nos mantuvo en contacto. El día de su último taller la invité a comer para agradecer su trabajo y en esa comida entendí un poco más de dónde había surgido tanta pasión y compromiso. Me contó que creció con sus abuelos y que siempre estaba en casa únicamente con su abuela, por lo que a los seis años sufrió un cuadro de depresión. Sofía era una niña demasiado sensible y consciente que cuestionaba el mundo. En mi experiencia, las personas adultas no saben cómo manejar algo así porque tienen una idea equivocada respecto de la infancia y la adolescencia. Creen que quienes están en esas etapas no saben lo que quieren y solo deben seguir las indicaciones de quienes sí saben qué es mejor para sus vidas, que usualmente son las y los adultos que los rodean. Entendí su sensación de no contar con nadie y su angustia. Me dolió mucho imaginar que una niña puede sentirse así, pero también me alegró saber que, dentro de ese mundo adulto, contó con su mamá, quien, como ella dice, siempre fue el geniecito hablándole a un lado y diciéndole “tú no creas nada y cuestiónalo todo”. Sofía me contó que su madre no tuvo empacho en hablarle de sexualidad, abuso sexual y feminismo. Ella fue su aliada cuando a los doce años decidió convertirse en vegetariana y la llevó a su primera marcha en contra del maltrato animal. También recuerda la vez en que Sofía le comentó orgullosa que sus compañeros eran unos ignorantes que no sabían apreciar el arte. Su madre la detuvo y le hizo ver los privilegios que le permitían apreciar una obra y reflexionar sobre el mundo, motivo por el cual no podía juzgar a sus compañeros sin saber cuáles eran sus circunstancias. Las pláticas entabladas por ambas sobre feminismo y las constantes reflexiones en casa por parte de su abuelo en torno al gobierno, la geopolítica y el racismo, justifican la forma en que se alimentó el espíritu inquieto y político de Sofía. A los diez años difícilmente se tiene consciencia del significado de activismo y Sofía desconocía lo que implicaba mantener una postura política, pero entendía plenamente que estaba asumiendo algo que tendría que enfrentar, por ejemplo, el ser gay o lesbiana no estaba mal frente a su maestra de civismo o cualquier otra persona. De igual forma asumía su posición cuando reproducía en el recreo el contenido de aquel programa de sexualidad que veía y se paraba frente a sus compañeras sintiéndose la conductora del mismo, sabiéndose y sintiéndose la única ca responder cualquier duda, a pesar de poder ser reprendida por hablar de “esas cosas”. Venció su resistencia a crear un perfil de Facebook y cuando ya se acostumbró a usarlo representó una fuente de información a su alcance del tema que quisiera. También lo usó como un medio para compartir sus posturas activistas y conocimientos. Después de las charlas con su madre, aproximadamente a los 14 o 15 años, tuvo su primer acercamiento a un grupo de feministas durante una de las marchas contra Enrique Peña Nieto, cuando este era candidato a la presidencia de México. Recuerda haber visto a unas señoras con camisas moradas, se acercó a ellas y les preguntó: “Oigan, ¿ustedes son feministas?” y ellas tras contestarle que sí y responder otras dudas sobre el feminismo la invitaron a unos círculos de estudio. Desafortunadamente esta primera experiencia no fue buena. Estuvo cargada de adultismo y una negación de su liderazgo. Pero reconoce la influencia positiva porque a partir de ella empezó a comprender un poco mejor cómo funcionaban los movimientos sociales y la importancia de crear o articular redes. Así decidiríamos articular el trabajo realizado por ambas con niñas y adolescentes. Sofía y yo soñamos con construir un proyecto en el que podamos retomar nuestras experiencias y el conocimiento respecto a las limitaciones que enfrentan las niñas para participar. Por ejemplo, el hecho de no poder trasladarse a ningún lugar si no son acompañadas; el saber cómo los espacios de activismo están pensados desde las personas adultas y sus dinámicas, por lo cual no les resultan atractivos ni se sienten integradas; también saber que muchas veces el único mundo conocido por ellas es el vivido día a día en sus hogares, un espacio donde se reproduce el machismo y adultocentrismo. Cuando hablamos sobre cómo queremos constituir nuestro proyecto, Sofía insiste: “Primero debemos entender qué quieren las niñas, ¿cómo lo quieren?, ¿cuáles serían sus motores para moverse o para actuar? Necesitamos crear una inicitiava para apostar a las niñas, confiar en ellas y ser sensible para reconocerlas capaces de crear cosas y hacerles saber que confiamos en ellas. Lo importante es que les hagamos sentir el gran valor de su pensamiento desde una lupa feminista. Es fundamental hacerlas sentir que pueden hacer cosas, darles la confianza para externar sus opiniones”. Yo afirmo con una sonrisa y me emociono al imaginar a mis alumnas y otras niñas con espacios seguros para ser ellas, aprender y tejer redes que les permitan ser felices personal y colectivamente.
Costa Rica
Historia de:
*** Emma Chacón
Emma Chacón Alvarado


Resignificar la acción: AUTOCUIDADO
La historia de militancia política de Emma comenzó a los ocho años en un grupo de niñas y niños del Partido Comunista y la continúa desde el movimiento feminista y el colectivo lésbico que fundó para trabajar por la igualdad, la justicia social, la inclusión y la no discriminación. Resistir significa para ella no claudicar, seguir en la lucha, pero también reconocer cuando se necesita un alto. Sabe que nuestra fuerza no solo se refleja en las acciones que emprendemos para cambiar al mundo, sino en aquellas que tienen por objeto cuidarnos a nosotras mismas y dan cuenta de que el mundo en el que vivimos se está transformando.
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Para Emma, resistir significa no claudicar, seguir en la lucha. Pero también puede ser reconocer el cansancio propio y
detenerse. Emma coloca el punto sobre la i: autocuidarnos también es resistir. En un mundo en donde las mujeres hemos sido educadas para convertirnos en seres para el cuidado de las y los otros, en especial para los otros, cuidarnos, escucharnos y priorizarnos subvierte el patriarcado y el capitalismo.
Emma tiene 50 años y lleva 42 resistiendo; resiste al sistema patriarcal y machista de muchas formas, por ejemplo, desde su ruptura con la heteronormatividad. Desde ese lugar de mujer, feminista y lesbiana afirma tres cosas:
1. Nosotras hacemos una ruptura en función de que nuestra vida no gira alrededor de los hombres. Hay hombres en nuestra vida porque tenemos padres, tíos, hermanos, primos, sobrinos; pero nuestra vida gira en torno a las mujeres.
2. Hacemos una ruptura en términos de la sexualidad. En un sistema falocentrista, la primera pregunta es: ¿Qué hacen dos mujeres? O sea, si no hay pene, ¿qué hacen?, y entonces hacemos esa otra resistencia porque nuestra sexualidad no gira en torno a un falo.
3. En el tema de la maternidad hay una elección un poco más libre, porque si bien algunas la ejercen, es debido a los antecedentes históricos de heterosexualidad o quienes deciden hacerlo, lo hacen de forma consciente en pareja. Existe un ejercicio de la maternidad menos impuesto por ser lesbianas.
Como ella mismo lo define, su historia es de activismo y militancia política abocada a la igualdad, justicia social, inclusión y la no discriminación.
Para contar su infancia, debemos saber un poco sobre su ascendencia. Sus dos abuelos fueron perseguidos y presos políticos en 1948, por comunistas, durante la guerra civil en Costa Rica. De hecho, la casa de su abuelo y abuela paterna fue la primera en ser atacada en Pérez Zeledón.
Sus abuelas, mujeres fuertes y valientes, tuvieron que huir de sus casas con sus respectivas hijas e hijos. Su madre y padre se conocieron y enamoraron en las luchas sociales, porque ambos estaban vinculados a la juventud comunista.
Por si lo anterior fuera poco, algo marcó la vida de la pequeña Emma con relación a su apreciación del mundo y la transformación de este: el fuerte vínculo con su abuelo y abuela paterna, con quienes pasaba mucho tiempo cuando su madre y padre salían a realizar sus actividades de enfermera y funcionario del partido comunista, respectivamente.
Recuerda que su abuelo tenía una concepción de vida, justicia social y lucha; impulsaba el diálogo y la negociación, planteaba a las personas que no debían pelearse o enemistarse, sino conversar, negociar. Con cariño rememora que él y su abuela tenían un corazón enorme, de esos que afirman que “donde come uno, comen cinco”, motivo por el cual su casa siempre estaba llena de trabajadores operarios de la zapatería propiedad de su abuelo, sumados a todos sus tíos, tías e infinidad de gente que acudía diariamente a su hogar.
Al crecer bajo ese contexto, no resulta sorprendente que desde los ocho años se haya vinculado y asistido a ciertas actividades de Pioneros –la organización de niñez del partido comunista–. En ella hacían actividades lúdicas con historias de la revolución en la Unión Soviética sobre la solidaridad internacional.
A los doce años empezó a involucrarse en el gobierno estudiantil y aceptó participar en una contienda de la cual resultó electa secretaria de dicho órgano. Poco después se incorporó a la Juventud Comunista. Eran los finales de los años ochenta y la lucha por la paz en Centroamérica se encontraba a plenitud, y los movimientos sociales en Costa Rica no eran la excepción.
De aquellos tiempos tiene muy presente la ocasión en la que llegó a una asamblea regional y en la mesa principal solo vio hombres. En su lógica, por igualdad, debió haber una división equitativa, por lo cual no dudó en preguntar a sus compañeros: “¿Por qué solo hay hombres en la mesa si estamos en un lugar y un partido que habla de la justicia social y la igualdad?, ¿por qué no hay mujeres en la dirección?”. Replicaron que sí había más compañeras participando, pero estaban preparando el café.
Para una adolescente como Emma –quien había escuchado y hablado de igualdad y justicia toda su vida– aquella respuesta fue un gran agravio. Nunca dejó de señalar que lo correcto habría sido que la mitad de la mesa fuera ocupada por compañeras y que la otra mitad fueran compañeros preparando el café.
Cuenta cómo este suceso la dejó marcada dentro de la juventud comunista, es fácil entenderlo, porque no era común que una “carajilla” de 13 años llegara a hacer un planteamiento de ese nivel a gente de entre 18 y 20 años. ¡Sin duda, ahí comenzó su lucha por la igualdad entre hombres y mujeres!
Sentir en ese espacio político que por su identidad de mujer joven enfrentó obstáculos para obtener el reconocimiento a su liderazgo y aportes, también la hizo replantearse si en él podría tener cabida su identidad de mujer lesbiana y se respondió que no, por lo cual se alejó y vinculó a otros espacios, por ejemplo, el movimiento estudiantil universitario.
A finales de los años ochenta y consciente de que llevaba en sus venas esa pasión por la lucha social, logró vincularse al grupo lésbico feminista “Las Entendidas”, primera organización lésbica del país. Después conformó un grupo llamado “Colectiva Humanas” y fue parte de otros intentos de organización lésbica con dificultades para concretarse, pero de los cuales aprendió mucho.
Apoyó algunas organizaciones feministas, con énfasis en la denominada “25 de noviembre, por una vida libre de violencia” y estuvo en el proceso previo a Beijing a nivel nacional y regional.
En 1998 se fundó por ley el Instituto Nacional de las Mujeres, el cual contó con un espacio para la sociedad civil en el cual ella se vinculó a través del “Foro Autónomo de mujeres”, organización de la cual era parte. Tiempo después, ella presidió y coordinó el instituto.
Actualmente, Emma es funcionaria y ha retomado su maestría de Perspectiva de Género en Derechos Humanos. Es activista de derechos humanos, específicamente de las mujeres y, particularmente, de las lesbianas. Es coordinadora y fundadora de la colectiva lésbico feminista Irreversibles, que desde
2011, año de su fundación, ha dedicado parte importante de su tiempo a recuperar la memoria histórica sobre la lucha de las lesbianas y a realizar incidencia política.
Emma considera que una de sus mayores contribuciones es visibilizar la existencia lésbica, impulsar a otras personas para que se animen a participar en los partidos políticos y puedan optar a un puesto de elección popular. Reconoce cómo junto con otras compañeras y compañeros han posicionado una agenda retomada por ciertos partidos y dependencias, por ejemplo, el tema de vivienda para las parejas del mismo sexo, atención a la pobreza y, en particular, la atención en los servicios de salud con los lineamientos de trato digno a las lesbianas.
También considera que lograr lo anterior ha tenido un alto costo a nivel personal debido al desgaste ocasionado por su incansable labor y al cual valientemente hizo frente al detenerse y decidir cuidarse. Por eso decidió bajar el ritmo a su militancia política y dedicar más tiempo a su vida personal.
Llegar al aprendizaje compartido por Emma sobre la importancia del autocuidado no es sencillo, sobre todo al considerar que vivimos en un contexto donde se nos exige todo el tiempo demostrar un alto desempeño en nuestras labores y nos imponen jornadas de trabajo dobles o triples.
No obstante, la historia y reflexiones de Emma son de una sabiduría digna de atesorar para reivindicar que nuestra lucha feminista puede ser apasionada y con compromiso, sin que esto se dé a costa de nuestro bienestar.
La historia de Emma Chacón Alvarado –una mujer que toda su vida ha estado inmersa en la vida política y para quien los movimientos sociales siempre han sido parte de su cotidianidad– nos regala la oportunidad de replantearnos el justo balance en nuestras vidas. Trae a mi mente una frase que me ha acompañado con fuerza los últimos años: “Defender la alegría como a una trinchera”. Nos permitimos reír porque nuestras vidas están llenas de sabiduría, por eso, al igual que Emma, debemos luchar por recuperar nuestra (s) historia (s). Y como ella dice: “Necesitamos hablar de feminismo, de nuestra historia, de las mujeres, no solo de esas mujeres exitosas que la historia oficial nos cuenta, si no hacer referencia a la diversidad de mujeres con su diversidad de logros”.
Es importante hablar de esas mujeres con quienes trabajamos codo a codo, quienes son parte de los movimientos sociales y todos los días trabajan desde sus espacios para lograr condiciones de vida digna para todas.
Debemos hablar de las mujeres que como Emma nos enseñan a incomodar los espacios llenos de privilegios, a construir espacios desde los cuales podemos aportar a las distintas luchas y demuestran que nuestra fuerza no solo se refleja en las acciones emprendidas por nosotras para cambiar al mundo, sino también de
las acciones cuyo principal objeto es nuestro autocuidado. Como diría Rosario Castellanos: “Tenemos que reír. Porque la risa, ya lo sabemos, es la primera evidencia de la libertad.
Bolivia
Historias de:
*** Germana Gabriela Montalvo
Germana Gabriela Montalvo Lanza


Transitar acompañadas: IMPACTAR
Ser una niña curiosa y tener acceso a una biblioteca de Católicas por el Derecho a Decidir fue la combinación perfecta para que Germana se replanteara el mundo. Se replanteó, entre otras cosas, la religión, la sexualidad, el patriarcado y el adultismo. Ese encuentro con los libros contribuyó a convertirla en la lideresa que es hoy, la que acompaña a otras niñas, niños y adolescentes para que ejerzan su derecho a la participación y para que, como ella, se involucren en cambiar eso que “es injusto y daña y que persistan en creer en sí mism@s y reconozcan su valentía”.
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Germana fue una adolescente inquieta, ávida de respuestas y sin temor a expresar sus dudas. Era una “preguntona”, como ella misma se define, que a sus doce años fue invitada por su hermana a participar en Católicas por el Derecho a Decidir, conformó junto con otras personas jóvenes El Colectivo Juvenil Decide y formó parte de los Scouts. Permaneció en los dos primeros espacios desde los 12 hasta los 23 años. El primero fue encabezado por ella tiempo después y le abrió el camino feminista. En el segundo coordinó grupos de niñas, niños y adolescentes de 10 a 14 años y los acompañó en su desarrollo durante seis años. Ambos espacios le permitieron reconocerse a sí misma como una lideresa capaz de acompañar a otras personas y le regalaron aprendizajes y retos hermosos, la hicieron crecer. Al escucharla resulta innegable entender cómo su llegada a Católicas por el Derecho a Decidir definió mucho la mujer que es hoy. Puedo asegurar que cuando asistía a aquellos primeros talleres, donde era la más pequeña de las participantes, no habría podido imaginar el impacto que tendrían en su vida y en la de quienes la rodean. La biblioteca de la organización se transformó en un pase a un mundo desconocido y en el cual quedó atrapada. Ahí encontró textos que le dieron nuevas miradas acerca de la sexualidad y diferentes perspectivas para replantearse la religión católica. Un día encontró una revista que abordaba la despenalización del aborto vinculada a la historia de la madre de Jesús. Entre los mensajes encontró uno que captó su atención y quedó grabado en su memoria: “María fue como cualquier adolescente y quizá fue víctima de violencia sexual”. Esa frase retumbó en su cabeza por bastante tiempo y la hizo pensar en la dificultad que implica escuchar una misma historia repetida cien mil veces, hasta el punto en el que se normaliza. Esta dinámica es semejante a otras relacionadas con el abuso sexual e incluso se puede dar una transición hacia la romanización de determinadas prácticas. Como a muchas de nosotras nos ha ocurrido, llegó el momento en el que su mente comenzó a cuestionarse cosas y no podía parar. Confirmó que muchas de las situaciones vividas por las mujeres se naturalizan y con ello se invisibiliza su violencia inherente, incluida la violencia sexual vivida día a día por millones de nosotras en la calle. Cuestionar y afirmar estas cosas no es sencillo cuando se forma parte de una familia bastante católica y conservadora como era la suya. Sin embargo, Germana es el claro ejemplo de cómo un despertar personal puede derivar en cambios de las personas en su entorno y en una transformación del mundo. A veces no nos damos cuenta del impacto generado en personas cercanas y lejanas hasta que súbitamente, un día cualquiera, un acontecimiento o un comentario nos hace ver el camino avanzado en compañía. Así le pasó a Germana un día, después de participar en un panel de jóvenes en “Comunidad Sexual” –programa educativo de nivel nacional–, cuando mucha gente joven en la calle se detuvo para hablarle, y sus padres empezaron a recibir llamadas de parientes que preguntaban: “¿Cómo es posible que tu hija esté hablando de esas cosas en la televisión?, ya la empezaron a llamar puta”. Germana sostuvo una conversación con su padre en la cual él le expresó su preocupación. Ella, una chica contundente, sonrió y dijo: “No te preocupes que me llamen puta, porque no es a vos, entonces tú tranquilo”. Cruzaron miradas y rieron. En ese momento Germana tuvo claro que todo estaría bien. Otro momento en el que pudo percatarse de los cambios a su alrededor fue después de su participación en un programa de televisión donde hablaron sobre la despenalización del aborto y un participante ultraconservador y antiderechos de las mujeres lanzó agravios en su contra. Pese a que ella estaba totalmente convencida de que las mujeres tienen derecho a decidir sobre sus vidas y lo defendía a ultranza, en múltiples ocasiones le resulta desgastante tratar de dialogar con quienes desacreditan e insultan bajo argumentos insostenibles o manipulados. Ese día llegó a casa con pocas expectativas sobre lo que pudiera decirle su familia, pero se encontró con un mensaje de su padre muy sanador: “Los hombres no tenemos por qué decidir e interferir en la decisión de una mujer. Son ustedes quienes al final van a estar nueve u 8 meses con un hijo o no. Ustedes y sus cuerpos son quienes atraviesan procesos complicados, así que yo considero innecesaria la opinión de los hombres en este aspecto. Entonces tú tranquila, todo bien”. Germana no tuvo duda que aquel era el resultado de un proceso, de haber trabajado con múltiples organizaciones y llevado las discusiones a casa y confirmar su experiencia como algo positivo. Pese a la probabilidad de haber conflictuado a sus padres, el resultado era lindo, era lindo darse cuenta de que su hermano menor tenía mucha más libertad de compartir con sus padres cosas imposibles para ella en el pasado, por ser temas incomunicables en casa en aquellos momentos. Germana está consciente de la importancia de haber contado con el apoyo de su familia para poder participar en aquellos espacios. Recuerda que su madre contaba feliz que ella salía en la televisión y viajaba, le encantaba que estuviera haciendo mil cosas y siempre la esperaba para escuchar de los procesos y las personas que su hija había conocido. Su madre ha sido una acompañante increíble, porque siempre se ha emocionado con sus logros. Su hija siempre ha tenido la posibilidad de preguntarle y compartir cosas de su historia, del ejercicio de su sexualidad, de la maternidad. Ha sido una compañera con quien ha podido hablar de sus procesos complejos. Además de su familia, las redes construidas y conformadas a través del tiempo son el principal apoyo de Germana. Son las que la han sostenido y acuerpado, lo cual agradece. Siempre habla de Redlac y recientemente del Fondo Frida. Me encanta escucharla hablar porque me contagia su pasión por accionar, por formar redes y contribuir a mejorar la vida de las personas. Pero también me invita a mirar críticamente los espacios de los cuales soy partícipe y a nunca dejar de reflexionar sobre la propia experiencia. Me ha enseñado cómo el acceder a conocimiento y espacios de participación abre muchas opciones, lo cual resulta hermoso, pero al mismo tiempo nos hace observar esas cosas normalizadas con anterioridad y a sentirnos incómodas con ellas para darnos cuenta de que pueden cambiar. Germana entendió rápido todo lo anterior. Su audacia, acompañada de su experiencia de vida, le mostraron que el patriarcado y el adultismo son dos caras de la desigualdad. Lo descubrió a los 14 años cuando participaba en un partido político y entró a una contienda contra un representante de otro partido y le ganó. El contrincante vencido le advirtió que no le permitiría hacer nada, porque ya bastante vergonzoso era haber sido vencido por una mujer y mucho más por una mujer joven. Esa experiencia le dejó claro que ser mujer y joven la hacía inferior ante los ojos de otros. Tristemente reconoce como su condición de mujer joven fue un reto e incluso una limitante para participar. Sin embargo, también tiene la certidumbre de poder modificar esta situación y en la medida que todas las personas asumamos la responsabilidad particular correspondiente, podremos cambiarla. De las cosas conversadas con Germana me queda claro la necesidad de:
1. Identificar prácticas machistas que podrían replicarse en los espacios mixtos,
2. Identificar cuando el ejercicio de poder se hace desde una lógica masculina en los espacios de mujeres, y
3. Asumir la responsabilidad correspondiente a todas y todos como sociedad, no únicamente para garantizar espacios de protección para niños y niñas que viven cerca de nosotras, sino también poder brindarles –principalmente a las niñas– la posibilidad de liderar cosas, hacerlas sentir cómodas con su ser niña para que ningún hombre o adulto les venga a decir: “Es una vergüenza haber perdido con una chica”. De Germana me quedo con su noción de resistir, la cual plantea la necesidad de cambiar algo que le pasa a otra persona o a ti misma, adquiriendo este cambio desde el amor profundo. Este cambio significa perseverar en lo que se cree y creer en ti misma, reconocer la valentía propia como una cualidad inherente.
Honduras
Historias de:
*** Jinna Yennsy Rosales
*** Katerine Reyes
*** Shari Sarai Izaguirre
Jinna Yennsy Rosales


Despertar y acompañar: RESILIENCIA
Jinna aprendió demasiado rápido y muy de cerca lo que es la migración y los efectos que tiene en una familia. Luego, su participación en un grupo juvenil le permitió conocer otras realidades y detonar sus ganas de terminar con las injusticias que existen en el mundo. Está comprometida en trabajar para que los derechos humanos sean una realidad para todas las personas, en especial para quienes enfrentan mayor exclusión. Por ello ha trabajado con niñ@s que viven en la calle, con poblaciones indígenas y con jóvenes.
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Quedé muy sorprendida al saber que Jinna iba a ser monja. Por un lado no lo creía y pensé: “¿Cómo es posible?”. Pero también creí que se trataba de una broma suya. Mis compañeras y yo comenzamos a cuestionarle muchas cosas de la Biblia para hacerle caer en la mentira. Pero recitó de memoria parábolas y conocía cada libro de la iglesia católica. Y jamás se rio. Como la sorpresa era grande y no entendíamos cómo alguien que imparte talleres sobre derechos sexuales y derechos reproductivos hubiera considerado ser monja, le preguntamos: “¿Cómo es posible que después de haber estado en ese proceso ahora hables del derecho a decidir?”. Ella, con su siempre tranquila voz, respondió: “Yo creo en los procesos, en los buenos procesos. Aunque mi base religiosa es sumamente fuerte, también me di la oportunidad de empoderarme con otros temas, de analizar y reflexionar, generar una gran conciencia por los derechos de las mujeres, que son las más violentadas en esta sociedad”. Cuando terminó el taller de ese día y Jinna había partido, algunas nos quedamos conversando sobre la gran sorpresa que nos causó el descubrimiento del camino que ella pudo haber tomado y el lo que sus palabras provocó en nosotras. Sobre todo porque sabíamos –por otras conversaciones con ella– de su conocimiento de otras realidades en nuestro país, gracias a haber estado en otras comunidades hermanas como la ubicada en Lempira, donde trabajó con niñas y niños en situación de calle e incluso fue candidata a una diputación. Mientras más lo hablábamos, más queríamos saber por qué ella había querido ser monja y qué le hizo desistir de la idea. Decidimos que en el siguiente taller le pediríamos que nos contara su historia, pero al final optamos por invitarla a comer para que pudiera contarla con mayor tranquilidad ya que sabíamos de su compromiso con el tiempo que dedica a los talleres. Como cada semana, Jinna llegó puntual a nuestra cita para comer. Nosotras ya estábamos ahí y habíamos aprovechado la espera para acordar con las demás compañeras pedirle que nos contara su historia, a lo que amablemente aceptó. Nos enteraramos de que nació en el Barrio Las Crucitas, en Tegucigalpa, en un ambiente muy familiar con su madre, padre, abuela y tíos. Enfrentó una transición bastante difícil a partir de los 7 siete años cuando su mamá tuvo que irse de mojada a los Estados Unidos y aunque su papá se quedó a cargo, se refugió en el alcohol. Por ser la hermana mayor asumió un rol de adulta y el cuidado de sus hermanos y de sus emociones, así como la tarea de inculcarles buenos valores e intentar mantenerlos alejados de las calles. Le expresamos nuestra gran admiración al conocer su historia de vida y le preguntamos cómo pudo hacer frente a esa situación siendo tan pequeña. Nos contó que el hecho de reconocer su realidad fue de gran utilidad porque además de la separación de su mamá, su situación económica se precarizó bastante y el hecho de estar consciente de todo lo vivido la hizo esmerarse más en sus estudios, centrarse en ellos y en sus hermanos. Una vecina vio la situación que Jinna vivía en casa y le comentó: “A vos te iría muy bien si participaras en un grupo juvenil”. A pesar de tener ciertas reservas, se animó a ir. Le gustó haber salido de su casa, ver otra realidad y olvidarse un poco de la que atravesaba su familia. Le gustó compartir con otras y otros jóvenes y conocer sus realidades fue de gran ayuda para salir adelante y saber que no era la única con problemas. Le sirvió para percatarse de la existencia de personas que enfrentaban problemas más fuertes. Escucharlas la motivó a seguir con ellas, a seguir en los grupos. Inmediatamente comenzó a coordinar grupos y a sentir la necesidad de asumir un compromiso más fuerte. Así inició su proceso para ser monja. Su memoria más atesorada de esa época es la oportunidad que tuvo de ir a zonas muy adentro del país, específicamente con la etnia indígena Tolupanes, con la que convivió por tres meses. Palpar la realidad vivida por esa etnia la hizo ampliar su conciencia sobre las problemáticas sociales. Al volver a casa comenzó a valorar la importancia de su hogar, de los alimentos poseídos y transmitió a sus hermanos la dificultad de “otras realidades” allá afuera. Con amplia sabiduría expresa: “Cuando se te cae la venda de los ojos, sales de esa zona de confort. La impotencia sentida ya no solo por mi propia realidad, sino también por la de otros grupos, fortaleció mis ganas, mi participación e involucramiento con estos espacios. Esta resistencia implicó en mí mayor fuerza, más compromiso”. Finalmente se dio cuenta de su dificultad para encontar su vocación para ser religiosa. Descubrió que su proyección era más orientada al trabajo social y desde ese momento no ha parado en su labor por contribuir a modificar las cosas que considera injustas. Realizó un voluntariado con niñas y niños de la calle por tres años hasta que tuvo que abandonarlo porque el trabajo atentaba contra los intereses de una operación de narcomenudeo en la cual tres tipos encapuchados llegaron con pistolas para sacar y amenazar a las personas que la apoyaban. La separación fue difícil para Jinna debido al gran afecto que le tenía a las niñas y niños. Tristemente no podía hacer nada porque su seguridad estaba de por medio y ella era consciente del alto nivel de corrupción en las instituciones de gobierno. Jinna también nos compartió que vivió un año en una zona rural indígena en Lempira donde trabajó en igualdad de género con niñas y niños en situación de vulnerabilidad. Esta experiencia le permitió conocer las dificultades enfrentadas por las niñas hondureñas para poder desarrollarse plenamente, principalmente ocasionadas por los roles y estereotipos asignados por ser mujeres. A su regreso a la capital, Jinna comenzó a trabajar fuertemente en la defensa de los derechos sexuales y derechos reproductivos. Estaba tan apasionada por la temática que en menos de un año se encontró trabajando con adolescentes de escuelas y jóvenes de algunas zonas rurales. Así descubrió la gran violación ejercida sistemáticamente a los derechos de las mujeres y las limitaciones sufridas en el país derivadas de la prohibición y privación de derechos y condiciones de igualdad. Han transcurido siete años desde entonces en los cuales se suma su papel de docente universitaria y de directora de la organización Acción Joven Honduras, desde la cual trabaja con nosotras. Además, coordina espacios en coaliciones o plataformas. Cuando ya habíamos conocido su bella historia, acordamos reunirnos una vez por mes para contar nuestras historias particulares, para poder compartirlas entre nosotras y poder rescatar la sabiduría y aprendizaje inherente en cada una de ellas. Después de esa memorable comida, llegué a casa y me quedé sentada en la hamaca del patio. Necesitaba procesar todo lo narrado por Jinna y una serie de preguntas resonaban en mi mente. Pensaba en que le he escuchado hablar varias veces del esfuerzo de las organizaciones de sociedad civil y de mujeres y de cómo pareciera que no alcanza, porque hay muchos lugares en los que nadie se quiere meter, especialmente en las zonas rurales más afectadas. También pensaba en su cuestionamiento sobre cómo vamos a trabajar para prevenir las uniones tempranas, el embarazo en adolescentes, si no es asequible llegar a estos lugares. Sin educación sexual, sin políticas públicas que realmente protejan todo un marco legal para la niñez y adolescencia, y sin presupuesto, esta labor se hace titánica en un país como Honduras. No son cosas fáciles de responder y yo pensaba en la necesidad de responderlas en colectivo, desde nuestros distintos espacios, donde un buen inicio podría ser la respuesta que la misma Jinna nos dio: “Necesitamos repensar qué podemos hacer para llegar hasta las poblaciones más marginadas, porque son ellas las que están pasando y atravesando por esta realidad de violaciones sexuales y privación de otros derechos. Necesitamos creer en la existencia de niñas que nos necesitan y para llegar a donde están debemos autoformarnos, tomar conciencia y tener los elementos necesarios para enfrentar las distintas problemáticas. Hay que ser congruentes con nuestro decir y hacer si acompañamos procesos, porque eso puede dar esperanza a las chicas con quienes trabajamos y para quienes trabajamos”.
Katerine Reyes Muñoz


Despertar y acompañar: Ecos de mirada: SORORIDAD
Katherine comenzó a ejercer su liderazgo a los doce años en un movimiento estudiantil y desde entonces se ha involucrado en la defensa de los derechos humanos, incluidos los derechos ambientales, sexuales y reproductivos. Está convencida de que las niñas y adolescentes tienen derecho a que nadie les arrebate sus palabras y el poder de hacerlas sonar tan fuerte que hasta ellas se sorprendan de todo lo que tiene por decir. Por ello las acompaña y trabaja en la prevención del matrimonio infantil, del abuso sexual y los embarazos a edades tempranas; porque está comprometida con contribuir a construir un mundo más justo para todas.
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Recuerdo el día que se develó ante mí con la peculiar potencia de su voz. Portaba su pañoleta verde. “No hace mucho me identifiqué como una joven feminista, empecé adentrarme en el fondo del feminismo, en su historia. Realmente me apasiona y es algo sobre lo cual estoy pensando todo el tiempo. Siempre llevo conmigo esta pañoleta”, expresó al presentarnos. Era como escuchar el eco de las hojas, los susurros del vivido verde arropando los horizontes de Santa Bárbara. Ahí nació la chica de los ojos laguna a quien conocí durante mi visita a ese país y más tarde sabría su nombre: Katherine, la menor de tres hermanas. Yo estaba tomando un café en el centro de ese departamento ubicado en la parte noroccidental de Honduras, cuando escuché la voz de una adolescente que no parecía ser de la región. Hablaba de la píldora de anticoncepción de emergencia (PAE) y de cómo había sido prohibida en el país desde 2009, lo cual la hizo sentir más identificada con las luchas porque no se garantizaba el cumplimiento de los derechos sexuales y derechos reproductivos, su trabajo prioritario y enfocado en las mujeres. Ella y una compañera invitaban a niñas y adolescentes de los alrededores a acercarse. Aunque yo me encontraba lejos, escuché todo. Katherine exponía que la infancia era una etapa de desarrollo de capacidades y aprendizaje, de explorar el mundo con base en la inocencia, la diversión. Se refería a la adolescencia como una etapa determinante para lograr todo lo que se desea en la vida pero que, desafortunadamente, ha sido muy estereotipada y vista como una fase negativa. Hacían especial énfasis en que no debían permitirle a nadie que les arrebatara sus palabras, estas debían sonar tan fuerte hasta llegar al punto de sorprenderse respecto a todo lo que tuvieran que expresar. Por aproximadamente una hora hablaron de las realidades enfrentadas y de la posibilidad de encontrarse cada dos semanas. La manera de involucrarlas no solo era a través del ritmo con el cual expresaba sus ideas, iba más allá de esa dinámica, su mirada iba tejiendo confianza en las chicas para convencerlas de regresar. Y al finalizar su charla, entregaba un papelito con sus datos para ser localizada por ellas en caso de que la necesitaran. Me acerqué con calma, pero con mi corazón latiendo de admiración. Quería saber más sobre ella y su trabajo. Su compañera se había ido un poco antes. Después de decirle mi nombre, me saludó como si ya me conociera: “Mucho gusto, soy Katherine”, se presentó. Le comenté que pasaría un tiempo en la localidad y le expresé mi admiración por lo que había presenciado y le pedí más información. Asintió con la cabeza y me sugirió ir a la heladería más cercana. Entre risas y sabores me contó que desde los doce años emprendió un mundo de liderazgo en su centro educativo y tomó la batuta de las luchas estudiantiles porque no estaban de acuerdo con algunos lineamientos. También se convirtió en presidenta de un tribunal electoral y trabajaba en un grupo autonombrado “agentes adolescentes, voluntarios en salud” para facilitar el acceso de las y los jóvenes a una educación integral en sus lugares de estudios y en sus hogares. Aunque el grupo dejó de estar activo, ella siguió involucrada en diversos espacios. Su liderazgo era incesante, reconocía la importancia de alzar la voz y tejer comunidad. Con un dejo de tristeza afirma la necesidad de transformar muchas cosas. “ Ha habido 154,626 partos de niñas en un periodo de cuatro años. Son cifras que alarman”, me dijo y remarcó cómo el espacio de juventudes del cual formó parte promovió la prevención del matrimonio infantil. Asegura que ella no ve a esas niñas como un número, las mira como niñas especiales que deben asimilar por sí mismas su importancia, desde la forma en que han vivido hasta la manera en que les han arrebatado sus derechos. Señaló que hacer algo en honor a ellas es su principal motor y la impulsa a contribuir para reducir los casos de violencia, los casos de niñas embarazadas y abusadas, o los de quienes han muerto históricamente. Es perceptible su deseo por brindar a las niñas algo que quizá ella no pudo vivir; es decir, verlas felices, seguras y con una vida a plenitud ampliamente merecida. Aún tengo presente su vigor mostrado al relatar su participación en un foro departamental alusivo al Día Internacional de la Niña celebrado el 11 de octubre. Ella fue panelista y principalmente expuso las necesidades de las jóvenes en el departamento, su falta de empleo y de educación sexual. Recuerda que esta situación generó un gran eco en las autoridades locales debido a su exigencia de que cumplieran con sus obligaciones. Sus ojos brillarían de orgullo cuando cuenta: “Una niña de trece años les estaba diciendo lo que debían hacer y qué estaban haciendo mal. Siento ese momento como el comienzo de mi lucha real. A partir de allí se me abrieron otros espacios que fueron los pilares de mi activismo, como la Plataforma juvenil de Derechos Sexuales y Reproductivos en Honduras y Plataforma Right Here Right Now”. Katherine hace incidencia de diferentes maneras. En el servicio voluntario realizado en la escuela donde su mamá trabaja ha dado acompañamiento a denuncias sobre abuso sexual a niñas y niños. El resultado ha sido la amenaza de meterla a la cárcel y el cierre de algunas puertas. Su tono de voz cambia cuando dice: “Aquí hay censura. En muchas ocasiones nos han limitado el derecho básico a la libre manifestación de nuestras necesidades y exigencias. Siempre hay un tipo de represión que pone en riesgo nuestra vida y nuestra libertad. Es por eso que he estado en la calle, en plena lucha”. Todas estas situaciones no han sido fáciles de enfrentar, pero no han sido motivos para detener su activismo. “Ese contexto me reafirma la necesidad de crear espacios de sororidad, amor, ganas de luchar por estas niñas, niños y adolescentes que prioritariamente deben ser consideradas como nuestras iguales en un sentido más empático. Espacios donde la inclusión sea la base: que cuandomencionemos la palabra niñas incluyamos a todas, desde el sector más vulnerable hasta el basado en privilegios, tomando en cuenta todos los factores que rodean a esas niñas”. Aquelas eran sus palabras mientras se percibía su desbordante pasión a flor de piel. Cuenta que las mujeres lencas fueron su gran inspiración. Las define como ríos de vida, bordadoras de historias, ejemplos de resistencia desde el amor colectivo y resalta la forma en que ellas son el encuentro con nuestra voz interna, el reconocimiento de estar interconectadas con todo lo que nos rodea. “Yo me identifico como una mujer lenca”, dijo mirándome fijamente. “Son mis raíces como hondureña. Raíces que nos han sido arrebatadas con el fin de explotar la tierra. Nos han quitado nuestras bases originarias como la lengua nativa. Nos han arrebatado muchas identidades, además de espacios por ser mujeres y niñas, por no cumplir con un estereotipo estándar de belleza”. Su voz sonaba como la de muchas. Al compartirle esta observación, me refirió su aprendizaje de todas las mujeres sin importar su edad y contó que forma parte de una red de mujeres en su departamento con quienes lucha por la situación ambientalista en Honduras: la expropiación de la tierra, los abusos contra las mujeres. Enfatizó la forma en que esas luchas ejercidas por otras han sido retomadas en sus espacios como un ejemplo y una forma de estrategia para realizar su propia incidencia. Me hizo sentir todo el tiempo el poder de la conexión como mujeres y basada en su experiencia reiteré la necesidad fundamental de escuchar a las niñas y a las adolescentes para hacerles sentir nuestro apoyo y admiración. Me contó su deseo de decirle a todas las niñas del mundo que son fuertes, con poder, y sobre todo con mucha capacidad, y que nunca deben considerar la edad como una determinante de su liderazgo y experiencia, porque no es así. Porque la experiencia se hace con base en los hechos vividos y la forma de enfrentarlos, en considerar a las niñas y adolescentes capaces, y entender que ninguna persona adulta puede decirles qué deben o pueden hacer, mientras ellas estén seguras de sus capacidades para lograrlo. Katherine demostraba su inmensa sabiduría, su grandeza recaía en la entrega con la cual transmitía sus conocimientos cargados de vivencias. Acordamos salir en otra ocasión para que me mostrara un poco más de su país. Yo pasaría por ella al lugar en donde se reune con las niñas y adolescentes. Llegué cuando concluía su actividad, pero alcancé a escucharla decir: “A pesar de vivir en una sociedad machista donde no nos ha permitido explotar nuestra forma de ser ni nuestra forma de expresarnos al máximo, estoy segura que de encontrar las puertas cerradas, nosotras las abriremos. No debemos cansarnos de luchar por nuestras creencias y por aquello considerado y comprobado como erróneo durante todo este tiempo. Podemos hacer llegar a cualquier persona nuestras necesidades, nuestras vivencias, nuestros sentimientos, y demostrar todo lo que nos ha hecho daño. Es un llamado a no rendirnos. Si nosotras lo deseamos, lo podemos lograr. No importa ningún límite, nosotras lo vamos a superar mientras estemos juntas y no guardemos silencio”. Escucharla durante ese viaje fue un regalo inmenso obsequiado por el universo. Fue una evidencia de que abrir las alas a lo desconocido siempre nos llevará a conocernos a nosotras mismas.
Shari Sarai Izaguirre Espinal


Unión de universos: TRANSFORMAR
Como muchas otras niñas, Shari vio en su barrio el acoso, la violencia y el abuso sexual infantil. Pero a sus siete años hizo algo que no todas las niñas pueden hacer y que es revolucionario: rompió el silencio, pidió apoyo y formó redes. Organizarse le cambió la vida a ella y a las personas a su alrededor. Ha trabajado en la formación de pares y ha hecho incidencia política y comunitaria. Es una joven feminista que trabaja en tender puentes entre la academia y la comunidad, entre el activismo joven y el movimiento feminista, entre lo personal y lo político.
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Era el primer día del campamento. Nos pidieron cerrar los ojos e hicieron una serie de preguntas que nos llevaron a pensar en nosotras, en cómo nos veíamos frente a la transformación de nuestras comunidades, del mundo y en nuestros liderazgos. Cuando abrimos los ojos todo el salón estaba a oscuras y saturado de luz neón. Entendí por qué el ejercicio se llamaba la noche estrellada. Fue ahí, en medio de la oscuridad, donde encontré esos enormes ojos en los cuales el universo se reflejaba. No conocía a la niña, era su primera vez en el grupo y durante algunos minutos no pude dejar de mirarla, me atrapó la fascinación reflejada en su rostro. Era como si su cuerpo estuviera en el salón y al mismo tiempo en otro lado, viajando. Más tarde supe su nombre. Era Shari y tenía siete u ocho años, edad sorprendente de la chica de cabello rizado con ojos de universo. La mayoría de asistentes teníamos trece, quince y hasta dieciocho años, por lo cual ver a una niña tan pequeña llamaba la atención. Debo confesar que previo a “la noche estrellada” no había reparado en ella. Insisto, mi atracción hacia ella fue por esa cara de sorpresa, asombro y maravilla, parecida a la de las y los niños cuando están descubriendo el mundo. Yo sido participante de la misma actividad y estaba segura de que lo visto por ella estaba dentro de sí misma. Ahora, conociendo su historia, lo entiendo todo. Shari era una de cinco hij@s, lo cual significa que creció aprendiendo a compartir sus cosas y a trabajar en equipo porque su mamá era docente y su papá perito mercantil, por lo tanto, siempre estaban fuera de casa. Las hijas tenían la obligación responder a las labores del hogar. Como la mayoría de nosotras, Shari venía de un barrio de la periferia en la zona sur, un barrio donde existe el acoso, barrio donde una de sus mejores amigas le contaba cómo su tío la tocaba y ella no entendía esa situación, barrio donde no podía salir con short a la esquina a pesar de tener solo siete u ocho años. Con certeza puedo afirmar que Shari pertenece a esa última generación de jóvenes que disfrutaron salir a jugar a la calle, antes de que la tecnología sustituyera los juegos colectivos de la cuadra por el uso de tabletas y celulares y de que los niñ@s se encerraran en sus casas por el aumento en los índices de violencia. Afortunadamente, Shari era una niña llena de mucha luz quen supo rodearse de muchas personas, incluso mayores que ella, una herramienta que usó en su favor y de las suyas. Por ejemplo, cuando alguna vecina sufría violencia por parte de su pareja, Shari pediría ayuda a una muchacha a quien le tenía mucha confianza y que trabajaba en una organización. Shari recuerda hacer esto porque era muy pequeña y no sabía cómo reaccionar frente a tal situación que la muestra como niña brillante que supo qué hacer, a quién pedir apoyo y cómo formar redes. Fue la forma primigenia bajo la cual comenzó a organizarse en su barrio. Después llegó al campamento con la intención de armar a lo largo de una semana prácticas de fútbol y formación, así como una red. El fútbol en Honduras es un elemento importante para la gente y una una forma de llegarle a la juventud. Aquel fue su primer proceso de red, una combinación de comunicadores y formadores; niños, niñas, adolescentes y jóvenes formando a otrxs jóvenes alrededor de la organización de partidos y torneos de fútbol. Para Shari fueron importantes dos cosas: haber construido enlaces, articulaciones y conexiones con otras organizaciones, no solamente en la comunidad sino a nivel regional, y haber creado una red nacional que le abrió un mundo en el que chavalitos y chavalitas organizaban encuentros con el tema de participación infantil y juvenil y democracia. Haberse organizado le cambió la vida a Shari porque le abrió un millón de puertas. Es lo mejor que ha tenido y agradece que le haya sucedido antes de los diez años, porque se ahorró errores y le cambió la vida a ella y a otras personas. También la hizo crecer prematuramente porque aprendió cosas que supuestamente no debía saber según el tiempo social establecido. El hecho de que su madre enfermara de artritis reumatoide la llevó a involucrarse desde muy pequeña en los quehaceres del hogar y en el negocio de comida también coordinado por ella. Mientras todos sus compañeritos tenían energía eléctrica, podían salir, ir al centro comercial o cosas por el estilo, a ella le tocaba ayudar a su mamá al salir de la escuela a preparar la cocina para vender en la noche. Shari debía administrar muy bien su tiempo para poder asistir a los talleres y reuniones y ayudar a su mamá. Una persona muy importante en su vida relata que organizarse le cambió la vida a las demás personas y recuerda como Shari le metió mucho corazón a la idea de crear un centro de formación juvenil, iniciativa que surgió porque se reunían en su casa cuando no estaba abierta la oficina y su mamá llegó a preguntar: “¿por qué hay tanta gente acá?”. Así entendieron la necesidad de tener un espacio donde reunirse y formarse. Entre pláticas empezamos a diseñar la idea de una casa de la juventud donde pudiéramos reunirnos, formarnos, llevar a cabo actividades culturales y convertirla en nuestro espacio. Recibimos un diplomado de incidencia política y gestión, y todo el equipo se metió la idea de la casa de la juventud. Armamos toda la propuesta y muchos le parecería súper interesante, aunque creían que olvidaríamos la propuesta, pero no era así, a nadie se le olvidaba. Acudiríamos día tras día con la misma iniciativa y para concluir la historia, la Casa de la Juventud se logró. Nos entregaron solo el terreno y un montón de materiales, así que agarramos palos, escobas, pinturas y todo lo disponible para levantar nuestro centro. Solo había fondos para pagar dos albañiles, todas y todos los ayudamos a construir. Acudimos todos los días durante ocho meses y cuando finalmente estuvo terminado, nos dimos cuenta de que solo eran tres salones vacíos. Fue un reto llenarlos de vida. Ya contamos con una sala de computación para talleres de informática, un horno industrial para los talleres de cocina y un salón grande para talleres de muchos participantes. Tenemos materiales y colaboramos con varias organizaciones. La red se he expandido no solamente para algunos barrios, sino a nivel municipal. La iniciativa de la Red de Jóvenes Municipales ha servido para infinidad de gente junto a otras redes en otros municipios El centro fue posible gracias a nuestras gestiones y a un convenio tripartito entre la Iglesia católica, la alcaldía municipal y Visión Mundial. La iglesia puso el terreno; la alcaldía, la mano de obra; y Visión Mundial, la materia prima. Pero, sobre todo, sigue siendo posible por el trabajo de Shari y de cada una de las y los compañeros que formamos la red para mantener el centro vivo. También son de gran ayuda las organizaciones aliadas con las que colaboramos y nos rentan el espacio para sus actividades. De Shari sigue sorprendiéndome su audacia, madurez y experiencia. Lo noto cuando hablo de ella, de su gran crecimiento adquirido desde el campamento donde la conocí y me maravilla ver cómo puede haber tanto conocimiento y experiencia en una joven de 19 años. Ella misma reflexiona sobre cómo muchas veces tomaron su participación en ese campamento de forma simbólica, en donde la miraban solo como una niña con la capacidad de hablar bien y de hacer bien ciertas cosas a la que podían utilizar. Recuerda cómo esto fue muy difícil porque era muy pequeña y no lo atendía porque apenas iniciaba sus procesos. El tema de la cuestión económica también era una gran limitante, porque había ocasiones en que las reuniones eran en otro lado y había que pagar transporte. Para solucionarlo armábamos un grupito y nos íbamos a pie. Pero los problemas del hogar se convierten en una limitante de una u otra forma. Aunque ella quisiera estar conectada y concentrada en sus cosas, había algo que no le permitía estar ahí completamente. Entre todos estos desafíos, no podía faltar el de las desigualdades entre el hombre y la mujer. Siempre se enfrentó con el problema de que ella decía algo que pasaba desapercibido, pero al ser dicho por un varón, exactamente lo mismo, era tomado en cuenta . Esto no le gustaba, le caía muy mal, sobre todo porque había bastantes varones que sobresalían y cuando ella decía cosas no eran escuchadas. Imagino que esta situación ocasionó su acercamiento al grupo de chicas feministas porque ahí se sentía en un espacio entre iguales, respetuoso, donde podía compartir sus saberes y sus dudas sin sentirse juzgada. Además, Shari sigue participando activamente en la Red de Asociaciones Juveniles del Municipio de Choluteca (RAJUMCH), la cual está conformada por redes y organizaciones con la finalidad de hacer incidencia con autoridades locales. Durante 2012 obtuvimos la aprobación de una política municipal de la juventud con un plan de inversión, porque existe una ley marco vigente para el desarrollo integral de la juventud que nos asegura tener derecho al 3% del presupuesto municipal para implementarlos en juventudes, sin embargo, nos percatamos de que ese presupuesto se invertía en otras cosas distintas a lo dictaminado. Incidir en nuestros círculos más cercanos, en la comunidad y política pública no es una tarea sencilla, pero hacerlo de la mano de compañeras como Shari es un regalo del cual se obtienen grandes aprendizajes y a la vez se disfruta. Shari siempre dice que la resistencia va de la mano con la transformación y la resiliencia, porque tod@s estamos rodead@s de problemas y no es posible que nuestra única salida sea soportarlos o meterlos en la mochila y cargarlos toda la vida; necesitamos utilizar esas piedras para hacer un puente, para construir algo. Esto lo corroboró en 2018 cuando enfrentó uno de los retos que más la ha cambiado: la necesidad de mudarse de ciudad para estudiar la carrera universitaria de su elección, debido a que el sistema educativo no brinda una variedad de licenciaturas a nivel descentralizado. Cuando habla de esto dice: “Nunca estás preparada para crecer y cuando ‘eso’ te llega, no te das cuenta hasta que la preocupación, el estrés y la pesadez en el cuerpo te toca. Ese 2018 me dejó esas lecciones. Vivir en otra ciudad ha significado el acto más fuerte en mi vida, pero también el más valiente. Los vientos familiares te arropan en las noches cuando cierras los ojos nublados de lágrimas. Así es la vida, así es la vida en Honduras al tener que alejarte de los tuyos para poder superarte”. Observa a los cambios como siempre latentes, porque en cada regreso a casa siempre encuentra algo nuevo y le genera una sensación extraña que le hacer sentir que no pertenece ahí; pero basta un abrazo de su familia, una sonrisa de su sobrina y un buen platillo de comida para borrar esos sentimientos. Piensa que nunca aprenderá a retornar sin lágrimas, aunque se alegra de haber encontrado a las personas correctas para acompañarla en este camino. Pareciera un privilegio estudiar en la capital, lo cual es erróneo, principalmente porque es algo que cualquier joven de un pueblo debiera tener a su alcance para no tener que enfrentar la horrible idea de alejarse de los suyos. Conocer a Shari ha sido inspirador. Pienso en que ninguna niña debería de resistir un contexto como el suyo, sino que todas puedan construir unas alas grandes y fuertes como las suyas. Por este motivo comparto a cada niña las palabras regaladas por Shari en una entrevista realizada por una mexicana: “Encontrar respuestas no es nada fácil, se te van las horas, los días, las energías, la vida; pero eso es lo importante de buscarlas, porque cuando llegan las sientes y aunque quisieras que el futuro fuera más certero, la vida real no es así. Se convierte en una odisea luchar, pero en una energía resistir. Hoy puedo decir con mucha fuerza y convicción que siento esa energía, viene acompañada de la mano con la incertidumbre, pero eso es lo de menos. Hoy siento la esperanza en los dedos, en los pies, en mis colochos y lograr eso me ha costado luchas. Ahora lo digo con firmeza, todo mi sentir, se traduce en esperanza”. Ella es Shari, la de la conexión con la letra “S” porque sus dos nombres inician con “S”, estudia sociología y es del sur de Honduras; por lo especial que es, y adquiere el adjetivo “súper” porque se ha convertido en una súper persona, una súper humana que hace cosas súper especiales. También porque el sol le encanta y representa la luz y energía que vemos en ella quienes la conocemos y porque regala esa luz y energía en cada espacio del cual forma parte. Estaré encantada de que su historia la conozcan en muchas partes e inspire a otras como me ha inspirado a mí.
Argentina
Historia de:
*** Milagros Ailen Saavedra
Milagros Ailen Saavedra López


Verse y resonar: INSPIRACIÓN
Visibilizar la violencia contra las mujeres fue su primera causa feminista y el inicio de su andar activista. Se sumó a la lucha por la defensa del derecho al aborto seguro, la visibilización de las niñas como parte del movimiento feminista, la defensa de la educación integral en sexualidad y la economía popular feminista como una forma de lograr la autonomía económica. Su
historia nos enseña que las niñas y adolescentes no solo son el futuro. Son el presente, tienen voz propia y pueden apoyar a que otras se involucren y transformen sus vidas.
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Mili nació en un hospital público de Gran Mendoza, cuando su madre tenía 20 años. Tiene tres hermanos menores: uno de 14 años, otro de 12 y el más pequeño de 5. Desde que sus padres se divorciaron en 2015, a partir de un episodio de violencia de género sufrido por su mamá, le ha tocado desempeñar el rol de cuidadora y encargada de la casa, principalmente porque su progenitora tiene dos empleos para poder sacar adelante a tod@s. Aunque Mili ya había reflexionado sobre la violencia en su casa, previo a la separación la separación de sus padres, ese episodio y sus causas resultan ser cruciales en su vida personal y como activista. Ella misma lo nombra como un cambio de paradigma y relata que a partir de ese momento pensó: “Esto no es solamente aquí en mi casa, no solamente le pasó a mi mamá y a nosotras. Hay un montón de mujeres allá afuera a quienes les pasa lo mismo. No quiero dejar esto en lo privado, yo quiero hacerlo visible, que salga a la luz”. Así comenzó su andar en la lucha feminista, fue el momento en el que empezó a visibilizar la violencia y, por consecuencia, a acudir a las marchas. La primera marcha a la cual acudió fue a la del 8 de marzo de 2016, fue con su mamá. De ahí en adelante decidió asistir sola debido a la imposibilidad de su madre de acompañarla, por sus horarios de trabajo, y porque la mayoría de chicas de su edad no se asumían feministas, principalmente por la desinformación sobre qué es el feminismo. La marcha del 8 de marzo fue muy especial, no solo porque fue su primera experiencia de ese tipo, sino porque al terminar se encontró en la plaza con las chicas de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, quienes le regalaron su primer pañuelo verde, el cual simbolizó el inicio de una deconstrucción capaz de llevarla hasta donde ahora está. Desde entonces, Mili ha regalado muchos pañuelos, pero conserva el primero que tuvo y lo porta con orgullo. Portar el pañuelo en la mochila es para Mili un acto político poderoso, especialmente si se es una adolescente o una niña, porque eso choca o incomoda a ciertas personas y despierta reacciones adultistas en la escuela o en la calle, como: “¿Por qué andas con el pañuelo?”, o “no sabés lo que es, primero cuídate”, “¿y vos qué vas a saber?, cállate”. También es un acto político juntarte con otras y hacer frente a la discriminación. Por ello, en 2017, las niñas y adolescentes que se encontraban en las marchas de manera frecuente se empezaron a reunir y a organizarse para debatir temas. Así crearon la colectiva feminista “Las Wuachas Sororas”. El término guachas lo decidieron porque querían reivindicar a las niñas como sujetas políticas y cambiaron la g por la w. Su canal para hacer activismo fueron las redes sociales, ya que era lo que tenían a su alcance y no contaban con mucho presupuesto. A la par de la colectiva de niñas y adolescentes, Mili comenzó a participar en “Ni una menos”, organización donde convergen mujeres de diversos ámbitos, desde políticas partidarias hasta feministas autoconvocadas. Desafortunadamente en este espacio descubrió que las prácticas adultistas en los movimientos sociales excluyen a las niñas y adolescentes. Aunque no exista una negación explícita de su participación, su estructura, dinámicas y temas abordados no reconocen sus necesidades e intereses. Con esta experiencia reafirmó la necesidad de hacer colectividad con sus semejantes y accionar. Ahora rememora orgullosa la forma en que lograron nombrar a la marcha del 8 de marzo de 2018 “Paro Internacional de Mujeres y Niñas”, cosa imposible de suceder en el pasado porque siempre fue solo de mujeres. El mejor espacio para que una niña o adolescente haga colectividad es, sin lugar a dudas, la escuela. Mili supo reconocerlo y junto a otras compañeras comenzó a hacer activismo en los centros educativos, desde la pega de carteles hasta la exigencia de recibir educación integral de la sexualidad. Con sus intervenciones lograron que los directivos de la escuela a la que asistían emitieran un comunicado en el que se refirieron al debate del aborto desde una mirada de derechos humanos, porque era un tema indispensable de conocer. Mili recuerda que WhatsApp fue una herramienta para organizarse y asistir a las marchas acompañadas. También sirvió para orquestar el pañuelazo de estudiantes de secundarias realizado en la concentración masiva de la plaza después del debate de diputados donde se discutió la aprobación del aborto. Señala que su participación como niñas y adolescentes en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal rompió con el adultocentrismo existente en varias organizaciones donde la participación era solamente de gente adulta. Mili ha trabajado con otras compañeras para abrir espacios para todas, espacios donde sus voces puedan ser escuchadas. Participaron en la organización de un encuentro de niñas y adolescentes en Mendoza, paralelo al Encuentro Nacional de Mujeres, porque reconocieron la carencia de financiamiento para poder ir, aunque esto no detuvo la creación de espacios. Cuenta con mucho orgullo cómo ella y sus cuatro compañeras hicieron actividades para recaudar dinero y finalmente pudieron asistir al encuentro de 2018, y resalta que estas cinco chicas de entre 15 y 17 años que gestionaron su viaje sin los recursos ni privilegios de muchas mujeres adultas, lograron subvertir el adultocentrismo. Algo fascinante de Mili es su clara visión sobre la importancia de reconocer a las niñas y adolescentes como actoras políticas, como personas con voz propia capaces de construirse espacios para sí mismas. Además, está totalmente convencida de la necesidad de crear alianzas intergeneracionales. Me fascina cómo a pesar de su juventud, Mili tiene presente y muy claro el crecimiento de todas y que debemos reconocer cuando nos hemos convertido en aliadas de las más jóvenes y dejamos de nombrarnos como una de ellas o hablar en su nombre o representación. El otro día la escuché decir: “A mí me ha pasado, me veo más grande que las niñas y empiezo a hablar en su nombre, hasta que me digo ‘no, yo no puedo hacer eso porque ellas tienen voz propia y sus formas para hacer sus reclamos.” Por todo lo anterior, la admiro y estoy segura de que mantendrá la coherencia mostrada hasta el momento para no convertirse en una de esas personas quienes después de haber realizado activismo desde la identidad joven, olvidan el relevo generacional para cuidar sus intereses personales. Mili es una muestra de cómo ver a la edad como una determinante de la experiencia y sabiduría es una falacia. Es sorprendente ver todo lo hecho por ella en tan poco tiempo. Es tanto que no imagino la forma para presentarla brevemente en un juego de adivina el personaje. Quizá la describiría como una joven feminista, activista de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, estudiante de sociología. Enfatizaría su uso de las redes sociales como una herramienta importante para su activismo y que forma parte de un proyecto de economía popular feminista, en el cual trabajan con mujeres organizadas para elminar la independencia económica de sus maridos y dejar de sufrir violencia. Y seguramente también describiría cómo me hizo recordar que las niñas no solo son el futuro, sino también el presente, y citaría un mensaje hermoso alguna vez compartido por ella a unas niñas: “No deben tener miedo de preguntar o de involucrarse porque les dirán que no saben por ser niñas. Involúcrense más porque se les abrirán muchas más puertas. Mientras más niñas de su edad haya y más representadas estén, mayor será el impacto que tengan. Nunca bajen la guardia, resistan. Es un proceso muy largo, pero dará sus frutos. De un momento para el otro –dos, tres años– verán la existencia de miles, cientos de miles de su edad, en lo mismo que ustedes y estarán todavía empujando, abriendo caminos y construyendo feminismos desde otras perspectivas. Nosotras somos el presente y somos el futuro; así que mientras más nos involucremos desde más chicas, vamos a tener más herramientas para poder ayudar a otras a involucrarse”.
Brasil
Historia de:
*** Thays De Nazaré
Thays de Nazaré Chaves Travasso

Thays es una mujer joven que inspira. Pienso que es así por su autenticidad, porque sus luchas parten del reconocimiento de sus raíces y de su historia.Ella es de una cuidad pequeña, aislada de la capital de Pará, una ciudad en medio de ríos y matas que se llama Ourém. Para llegar a su ciudad tienes que pasar por un largo camino y desde la carretera se puede mirar la selva. Hay muchos animales y muchas historia.
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Cuando la he escuchado hablar de Ourém, dice que es una ciudad pequeña en la que los fines de semana las personas se quedan alrededor del río charlando, nadando, tomando y disfrutando la vida con sus nieves y cervezas. Una ciudad con personas diversas, de distintas clases sociales. Como en muchas otras ciudades de la región, la riqueza se encuentra concentrada en las manos de unas pocas personas, quienes son las dueñas de las fincas, las mineras y las granjas. Quizá eso explica el por qué de su consciencia ambiental y de clase, por qué se reconoce como parte del planeta y no como propietaria del mismo. Quizá es por ello que pintó la onza que se encuentra colgada en una de las paredes de su casa y para ella es tan importante. Me contó que la pintó en un momento de máxima emoción, de un acto artístico de íntima relación con la naturaleza, posteriormente comenzaron a aparecer noticias sobre la destrucción de la selva amazónica en las que se señalaba que las onzas están siendo exterminadas por completo. Cuando me habló de dicha pintura me dijo “no existen sólo las y los seres humanos aquí. Existen varios otros seres que compartimos el espacio con ellos, compartimos la selva con ellos, compartimos nuestro aire, compartimos nuestra agua, y estos seres también sienten”. Me conmovió muchísimo percibir esa sensibilidad que existe en ella. Considero que ese es el súper poder de Thays: conecta y construye con las otras desde el reconocimiento de las condiciones que unen sus historias. Por ejemplo, recuerdo el caso de aquella mujer joven negra a la que fotografió para su proyecto sobre belleza, quien al inicio no percibía en sí misma la hermosura que Thays vio en ella, pero que al final del proceso, se dio cuenta de que era hermosa y de que su belleza no dependía de los estereotipos que nos quieren imponer. Estoy segura que si este proceso fue posible, se debió en gran parte al trabajo personal que realizó la compañera que fue fotografiada; pero también porque desde su experiencia Thays pudo acompañarla. Thays sabe lo que es haber crecido en medio de la violencia racista estructural que se vive en Brasil. Señala que a los doce años sentía odio al mirarse en el espejo y ver su pelo; a los trece le pidió a su madre que se lo alisara, pensando que esto le ayudaría a no sufrir racismo y que tardó en reconocerse con una persona negra. Cuando habla de ello admite que son recuerdos tristes de racismo que vivió en la escuela y en la calle. Sin duda son recuerdos tristes, pero considero que la valentía con la que los ha resignificado, los ha convertido en herramientas para construir y acompañarse con otras, para inspirar a que otras resignifiquen sus propias historias. Cuando cuento esto, invariablemente recuerdo todo el movimiento que generó en su escuela secundaria al organizar el continuidad de dicha actividad a pesar de que ella salió de la escuela, ya que quedó instaurada para visibilizar el racismo. También en las chicas negras que después la buscaron para decirle que pasaron a reconocerse negras y hoy en día hacen muchas cosas al ser parte de movimiento negro gracias a que ella las inspiró. Esos recuerdos son hermosos, pero también reconoce que lograr dicha visibilización del racismo no fue sencillo. El racismo, como sistema de dominación, se sostiene estructuralmente desde la naturalización de los privilegios de las personas blancas. Y en el este caso, se expresó a través de unas maestras blancas que intentaban poner en duda su proyecto.Ellas intervenían cuando presentaba trabajos y decían “el color blanco también importa”, “el racismo no existe”, “los negros son culpables”. Menciona que eran dos maestras bien elitistas que hablaban con los directores para que no ocurriera su proyecto y que también mostraban prejuicios fuertes frente a los proyectos LGBT, decían “ya viene la marimacha hacer su proyecto”. Como pueden darse cuenta, la discriminación por raza y orientación sexual es algo a lo que Thays ha tenido que enfrentarse. Entenderán porque admiro su manera de resistir a ella y todo lo que ha ido generando a partir del arte, para hacer frente a la misma, desde los movimientos negros y feministas. Lo hizo en Ourém, cuando era una adolescente queriendo hacer que las cosas se armaran y ocurrieran, aunque no hubiese colectivos. Lo siguió haciendo en Belém, a donde se mudo para estudiar y en donde vive actualmente. Ahora también incide con otras a nivel nacional. Afortunadamente a finales de 2017 conoció muchas artistas de otras ciudades y empezaron a hacer cosas juntas.Como es de esperarse, se conectaron y empezaron a armar fiestas, actividades culturales, fiestas bien típicas, fiestas performáticas. Todas estas acciones fueron muy importantes en Belém y ahora se han extendido nacionalmente, porque el año pasado (2019), fue invitada a ser parte de una investigación de artistas negras y conformar el TROVOA, que es una red artística de personas negras y no blancas de la que ahora es parte, desde la que resiste y acciona junto con otras. Thays es un nombre que para mí ahora encierra muchos significados, muchas identidades. Lo escucho y pienso en la mujer negra, la mujer feminista, la mujer artista y la mujer bisexual. En todas esas mujeres que la han habitado y la habitan. Incluso pienso en la niña que me ha descrito que fue. Esa que vivió con su abuela en una casa llena de gente, de primas y primos. La que vivió una niñez con muchos juegos, en la calle, muy alegre. La que guarda memorias no tan buenas de la escuela porque dice que “esos recuerdos para personas negras no son tan buenas pues hay bullyng y racismo”, los cuales ocasionaron que siempre fuera muy tímida. Afortunadamente en su casa nunca pasó por situaciones malas. Su madre, padre y hermanos siempre la apoyaron. Le decían: “tu eres inteligente, tu lee mucho, tu eres artista”. Dice que siempre estuvieron súper presentes, apoyando con mucho respeto y cariño, que siempre le dieron mucho amor y siempre la apoyaron sin prejuicio a sus elecciones. Sin duda eso contribuyó a que sea la primera persona de su familia en estudiar la universidad pública y ser la mujer artista que es hoy en día. Como ella diría “es fotógrafa, modelo, un poco de todo. Es comunicadora también”. Thays tiene muy claro que la resistencia es una palabra que viene con aquellas personas que nacieron pobres y negras. Dice que no la conocieron como palabra, pero ella está en su interior, en las personas que luchan, porque tienen que resistir todo el tiempo para seguir, para reinventarse en la vida; señala que la resistencia es existir, es seguir, es creer que estás en el camino y que las memorias, los recuerdos son un combustible. Piensa que las acciones artísticas son efectivas para fortalecer, que las acciones culturales pueden traer otras vivencias para niñas como lo fue ella. Creo que por eso me dice “si a aquellas chavas que tuvieron aquellas experiencias básicas conmigo en la escuela, eso les cambió la vida; imagina un proyecto grande, un proyecto cultural, con vivencias y para muchas. Creo que el arte puede transformar a muchas personas, niñas como yo y creo que movimientos así son bien importantes. La cultura es lo que conecta nuestra mente con las acciones y trae inspiración para lavida” ¡Yo le creo! Y creo cuando dice que, si tuviera enfrente a un montón de niñas, les diría que crean en sí mismas desde una autoestima, que persistan en las cosas que les gustan; que tengan orgullo de sí mismas y siempre se acuerden de dónde vinieron, de sus territorios, de su historia. Que crean que llegarán a donde quieren y sigan haciendo sus cosas porque están cambiando algo y eso es mucho.
Ecuador
Historia de:
*** Verónica Vera
Verónica Vera


Sembrar con alegría: TRANSGREDIR
Verónica se asume parte de una descendencia de mujeres fuertes y revolucionarias y ella no es la excepción. Desde que estudiaba la secundaria, hablaba de sexualidad, de derechos sexuales y reproductivos. Defendía a sus compañeras y fue parte del primer Consejo Consultivo de la Niñez y Adolescencia en Ecuador. Es parte del movimiento feminista y de juventudes. Trabaja en la defensa por el derecho a decidir y en la búsqueda de la justicia social como un horizonte y una realidad concreta.
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Conocí a Verónica cuando estudiábamos juntas la secundaria. Era imposible que pasara desapercibida. Sus ojos claros y suaves daban el equilibrio a su voz fuerte. Su voz y sus palabras harían que, aunque estuviéramos en diferente salón, su presencia llamara mi atención. Cómo no iba a fijarme en ella, si a esa edad hablar de sexualidad y hacerlo con una naturaleza sorprendente no era común. Recuerdo cómo me impresionaba su sabiduría y los términos que empleaba. Hablaba de cosas nunca antes escuchadas por mí. La primera vez que puse atención a una conversación sostenida entre Verónica y sus amigas fue porque la escuché hablar de “derechos sexuales y derechos reproductivos”. Yo había escuchado que las personas tenemos derechos, incluso en alguna ocasión me habían dejado investigar para una tarea cuáles tenía. Encontré información sobre el derecho de tener una familia, un nombre, alimentación, pero no hallé nada de los derechos que Verónica aseguraba que teníamos como adolescentes. Al principio pensé que les estaba tomando el pelo a sus amigas, pero se escuchaba tan segura que me hacía pensar en lo lindo que sería pensar que las personas adultas confían en nuestra capacidad de decidir con quien y cuál es el momento en el que deseamos iniciar nuestra vida sexual. Hasta que una tarde fui directo a a mi casa a buscar en internet sobre aquel tema y consté la veracidad de lo expresado por Verónica. En ese momento nació una gran admiración hacia ella. Me dediqué a observarla y a preguntar de forma casual a mis amigas que la conocían sobre su vida personal. De esta forma supe que su madre y ella eran de Quito y su papá de la costa de Ecuador. Su familia nuclear estaba conformada por seis personas: tres hermanas mujeres, un hombre y sus padres. Varios años después, ella misma me contó que la relación entre las hermanas y hermanos fue crucial para su crecimiento y desarrollo, especialmente el aporte de su hermana Ana. Fue Ana quien llevó la lucha social y colectiva a sus espacios familiares, empezó la militancia en espacios de izquierda, feministas y de mujeres y, de alguna manera, revolución la vida de la familia. Verónica me confesó que al principio se sintió impactada, aunque no siempre de una forma positiva. Alguien que interpela y cuestiona las formas de vivir de las familias te puede movilizar y afectar, pero solo te percatas de ellos al crecer. Verónica se asume como descendiente de mujeres muy fuertes que han sido cabeza de familia y revolucionarias para su época. Su abuela paterna fue profesora profesional a pesar de que en su tiempo era extremadamente inusual que una mujer trabajara y estudiara en vez de dedicarse únicamente a su casa. Su abuela materna revoluciono su mundo además sostuvo el liderazgo de su familia e hijos y los sacó adelante pese a su ceguera y obstáculos. Su relato me permitió entender su seguridad proyectada, la fuerza de sus convicciones y acciones emprendidas. Sus figuras familiares incidieron mucho en su vida y la convirtieron en la adolescente que fue y la mujer que es hoy. Pero tenía duda de cómo se pasa de la reflexión a la acción. Verónica me contó que a los doce o trece años tuvo la oportunidad de participar en el equipo promotor del primer Consejo Consultivo de la Niñez y Adolescencia en Ecuador, un espacio organizado desde el Estado para que niñas, niños, adolescentes y jóvenes fueran consultados respecto de las políticas públicas relacionadas directamente con ellas y ellos. Ella fue invitada por su escuela. En ese consejó conoció el código de la niñez y adolescencia y sus derechos, y aprendió a usarlos como herramienta de defensa. Elaboraron una agenda llamada “Mírame a los ojos” la cual presentaron a los entonces candidatos a la presidencia en un evento formal en el que los hicieron firmar un compromiso para “luchar por un mundo del tamaño de los sueños de niñas, niños y adolescentes”. Después de aquella experiencia, Verónica formó parte de una iniciativa llamada Ecuador Adolescente, la cual fue de su agrado porque el tema central eran derechos sexuales y derechos reproductivos. Su rol fue la de facilitadora de aprendizaje para otr@s adolescentes a nivel nacional en temas de sexualidad, derechos sexuales y generales. Tuvo que viajar a encuentros, siempre acompañada por una prima de su misma edad, lo cual le daba mayor seguridad a su familia para darle permiso. Pude imaginar a Verónica hablando encantada de esos temas con sus semejantes, con las redes juveniles de las cuales sería parte. En sus palabras, esto le daría “la posibilidad de pensar que podía hacer algo para cambiar la realidad vivida en ese momento”. Entendí de dónde había salido la Verónica de 15 años que promovió junto a sus compañeras una revuelta y una denuncia contra el colegio porque pretendía impedir que una alumna embarazada tomara los exámenes y se graduara con el resto del grupo. Lograron que el colegio fuera multado y que le permitieran a la chica tomar los exámenes regulares y graduarse con nosotras; inclusive pudo asistir a la misa de graduación, pese a que era un colegio de monjas. Todo ocurrió bajo la supervisión de un inspector del Ministerio de Educación. Cuando recordamos esta historia, Vero siempre dice haber hecho eso y pensar que las acciones desencadenadas eran “ver aterrizados los derechos, que estaban solamente en papel, convertirse en una realidad concreta. Fue mi primer activismo feminista”. Ahora, a nuestros 30 años, nos vemos de vez en cuando y no es raro charlar sobre el impacto de todas esas experiencias en nuestra adolescencia y que llevó a cuestionarnos todo lo enseñado como verdad absoluta. Verónica y yo siempre hablamos de los retos a enfrentar por parte de las niñas y adolescentes. Vero se reconoce muy afortunada por el apoyo de su familia, sabe que nuestros permisos y acompañamientos no fueron iguales a los de ella. A mí me costó mucho más tiempo reconocerme dueña de mi vida y cuerpo. Me costó aun más aceptarlo y defenderlo frente a otras personas. Pensamos en lo interesante que resulta ver las diferencias de nuestros procesos y escuchar la diferencia de nuestros pensamientos de más jóvenes. Mientras ella batallaba con el adultocentrismo de las organizaciones feministas, yo batallaba con mi familia ultraconservadora y mi novio tóxico. Resultaba muy común escuchar a Verónica decir: “Claro, mientras eres la joven que llena la cuota y está en los espacios para mostrar diversidad, chévere, pero cuando quieres ser protagonista, tener voz o buscar que tu organización resalte, que su presencia sea visible, cosas de este tipo, disputas por el prestigio y el reconocimiento. Llegado a ese punto, ya no les gusta nuestra participación y esto se convierte en una lucha constante para quienes vienen detrás, para así asegurar siempre la existencia de voces nuevas”. A diferencia de Verónica, para mí era común expresar: “Estoy cansada cuando todo mundo me dice lo que debo y no debo hacer. Ahora no solo tengo que lidiar con mis padres que creen que debo cumplir todas sus expectativas para considerarme una ‘niña buena’. También me conflictúo con Andrés, quien cree poder decirme a quien sí o no debo hablarle”. En una de nuestras últimas charlas, llegamos a la conclusión de la necesidad de comenzar a cuestionar lo normalizado por la sociedad y que esto se convierta en la primera forma de resistencia en la vida. Necesitamos separar la lucha social y la organización feminista de la caridad. Nuestro punto de partida debe ser reconocer a nuestro quehacer como algo transformador. La segunda línea sería trabajar en equipo; consideramos imposible lograr algo únicamente desde las individualidades, los logros se adquieren en las colectividades y la organización. La tercera línea consistiría en no soltar el trabajo personal, no dejar de cuestionarnos nunca. En palabras de Vero: “También es una forma de resistencia empezar a incomodarte a ti misma, cuestionarte todo el tiempo y entender cómo el activismo feminista no debe hacerse desde un lugar de sacrificio, sino de alegría y transformación”. Me agradezco infinitamente haberle hablado de manera personal, sin intermediarias. Esto me permitió echar mano de los aprendizajes compartidos por ella ahora que surge en mí el interés de formar una organización. Un ejemplo de sus aprendizajes fue cuando participó en la Coordinadora Política Juvenil y enfatizó la importancia de que las personas jóvenes cuenten con recursos propios para decidir qué proyectos priorizar, los objetivos primordiales a conseguir y hacer uso de su voz dentro de los procesos. De su participación en Ecuador Adolescente resalto la pertinencia de los procesos de formación entre pares. Su aportación en las comadres mostró la relevancia de tejer redes para defender nuestro derecho a decidir y que el marco normativo no lo limite. De Surkuna (la organización donde trabaja) incluiría a la justicia social como un horizonte y una realidad concreta. Cuando pienso en Verónica, viene a mi mente el pañuelo verde, aquel que ella refiere como “el símbolo del feminismo internacional, el pañuelo usado para cubrirnos el rostro y demostrar que la lucha es por todas, pero de igual forma nos permite visibilizarnos como distintas partes de una misma lucha”. También recuerdo sus palabras escuchadas hace poco en una entrevista y por las cuales dejo de hablar de su historia, para seguir inspirando la historia de muchas otras: “A las niñas y adolescentes que están iniciando, les pediría no ser tan rígidas con ellas mismas en este proceso de construirse en la persona que quieren o sueñan ser, porque cometerán errores y no necesariamente lograran ser 100% coherentes con sus creencias pensamientos y afirmaciones, Este es un proceso de aprendizaje permanente porque todo el tiempo estás cambiando y cuestionándote. No sean duras consigo mismas, porque los fundamentalismos en nuestras propias vidas también hacen daño” También me gustaría decirles que se sumen a este gran movimiento feminista en el que no están solas. Somos muchas de distintas edades las que queremos cambiar y tener un mundo justo, equitativo, sin violencia y en el cual podamos decidir. De igual forma me gustaría resaltarles nuestro acompañamiento y el de quienes nos antecedieron, porque existe una historia de ancestras y mujeres luchadoras que han estado siempre y su energía vital nos fortalece, nos hace crecer y nos hace fuertes”.